Miedo



Me sueltas...





...cuando el viento arrecia

y

las alas se agotan.





A.



Divagando






De sobra esta decir que esto del blog ejerce en mi una función de terapia que no puedo, ni quiero dejar escapar. Confieso que en ocasiones evito hacerlo por temor a mostrar los sentimientos en turno.
No sé si son los días estos de reflexión, de buenos propósitos, de promesas de cambio, de una tregua en la batalla de la vida para quienes somos dados a pensar más de la cuenta, en los que poseo una mayor tendencia a la observación y reflexión y que sin planearlo llegan los pensamientos y preguntas que tan sólo nosotros mismos podemos respondernos. Creo que todos en algún momento, consciente o inconscientemente, buscamos el sentido de la vida, de nuestra vida.
Cada cual a su manera. Los hay los que simplemente se dejan llevar, los que siguen lo establecido como doctrina, y los que se cuestionan “lo que debe ser”, lo que se acepta como “lo más sensato”. Hoy en día soñar es símbolo de inmadurez, de no saber de la vida. Ya lo dije una vez más no sé si en este blog, creo que la madurez está sobrevalorada. Si la madurez implica renunciar a los sueños, yo renuncio a esa madurez. Los sueños tienen que ser grandes para no perderlos de vista  y renunciar a los sueños es buscar excusas para no atreverse a ser feliz. Un sueño implica una lucha, y es esa lucha la que no todo el mundo está dispuesto a librar, no es fácil ser fiel a los sueños y a aquello en lo que creemos. No pretendo adoctrinar a nadie, aunque pueda parecerlo. Toda esta incoherente reflexión tiene su razón de ser. Y es que hoy por hoy necesito creer en algo con todas mis fuerzas, aferrarme a la piedra en torno a la cual construimos lo que somos, para bien y para mal. Los locos e inconscientes son necesarios para no dejar de creer en que hay vida más allá de la mediocridad. Que cada cual elija su camino, pero que conozca las opciones y que decida en consecuencia. Hay muchos universos, pero todos habitan en este. Esta mañana leía acerca de  personajes importantes en la vida pública. Esa gente que hace cosas que creemos imposibles, o que seríamos incapaces de hacer o intentar la que despierta nuestra admiración. Gente que entrega su vida por un ideal, por una creencia, por mantener viva su dignidad, una palabra tan trillada como olvidada. Gente como Malala Yousafzai de 17 años, una defensora del derecho a la educación de las mujeres convertida en símbolo mundial tras sobrevivir milagrosamente a un ataque armado de los talibanes. La adolescente vive hoy en Birmingham, en el centro de Inglaterra. Desde donde aboga por la paz y la educación de los niños, pidiendo a los dirigentes mundiales que “envíen libros, no armas” a los países pobres.
Gente aferrada a la creencia de que es mejor romperse a vivir torcido, arder que apagarse poco a poco. Esa gente es la que marca la diferencia, la que nos enseña que hay otros caminos. Son el vivo ejemplo de que por encima de nuestra insignificante condición humana, hay gestos que dan sentido a la vida. El ser humano es frágil por naturaleza, yo soy frágil y hoy en día más aún, pero  también sé que es el ser humano el único capaz de mantener la llama. Capaz de lo mejor y de lo peor. Y que los sueños son necesarios porque mientras hay sueños hay vida.
Está claro que no hay sitio para que todos los sueños se cumplan, pero solo si sueñas tienes esa posibilidad. Y cada día hay sueños que se cumplen. No dejemos de soñar. Es la única manera de “sentir” que estamos vivos. Rendirse es la opción fácil. Reconducir nuestros sueños es la opción que yo elijo, los sueños mutan, pero no por ello deben desaparecer de nuestro horizonte.

No me creo poseedora de la verdad pero tengo la certeza que solo siendo sinceros con nosotros mismos podemos alcanzar la paz interior, la única que está en nuestra mano, la que hará que lo que proyectamos a los demás sea algo positivo, la que hará que nuestro paso por la vida sea algo más que un paseo silencioso e infertil.


Te lo dedico a ti, que eres mi pretexto ideal para "soñar"…

A.



Piélago






Me atraen profundamente los abismos, me gustan, llaman mi atención y siempre he pensado en el vértigo como una de esas sensaciones que ponen a prueba el sentido de la culpa y los límites de resistencia del ser humano. Quizá por ello los evito.
Quizá por eso a los abrazos les saco el cuerpo, porque aseguro que algunos me anticipan la hipnosis segura que me empujará inevitablemente hacia ellos.

Ayer me paré frente al mío, frente a mi abismo y pude acariciar sus bordes mientras intentaba calcular su fondo. Recordé que adentrarse en él, es lo mismo que transitar por uno de esos sueños intranquilos, que no alcanzando aún el rango de pesadilla amenazan con convertirse en una de un momento a otro.

Recordé que la última vez que lo enfrenté... le lloré desde lo más profundo y me haló hasta lo más hondo.

A veces sin querer y sin pensarlo ya estoy adentro. Otras me sumerjo a sabiendas y con pleno conocimiento. Pero en ambas transito por barrancos que van adquiriendo nitidez paulatinamente, como si de entre la niebla y en un camino solitario brotasen mis ganas tan masculinas, adquiriendo corporeidad y chocando contra ellas doy sentido a mis fracasos.


...

Abismal es quererte mientras duermes, es un vértigo estrecho, es un silencio, es un roce. Y en este abismo de corrientes submarinas y de hormonas malabaristas no hay bordes sin filo, pero me asomo, el riesgo es siempre la debilidad de mi vértice y esa promesa que intuía de que a tu lado la gravedad no existía. Es tu voz la que me convoca y me licua el albedrío. La que a mi voluntad vuelve líquida y anestesia mis sentidos. 

El abismo es tu cuerpo y haberlo soñado en dosis letales sin antídoto. 

Eres tú él que sin saberlo me haces sentir hundida, densa y vacía. Sumiéndome en un duermevela de sensaciones, no por tu autoría -o quizá precisamente por eso- menos opresivas.






A.

A.Normal



Sólo...








Quizás, si me empeñara en creer esta bella mentira a la que llamamos intento, tendría el valor verdadero para parar y esperar.

Entonces dejaría de vagar...  para empezar a caminar segura.








Me siento viuda. (Y lo lamento).


Has muerto en el más mortífero de mis lugares: mi corazón


A.

Si de sobrevivir se trata...







Lo ideal sería no enamorarse, pero si es inevitable deberá uno tener cuidado con la distancia de por medio, ésta debe ser menor que el amor y la añoranza. Si no es así, será mejor arrancarse el corazón. Deposítelo en un recipiente alejado de toda fuente de calor. No lo vuelva a contemplar y déjelo que se vaya acostumbrando. Examine semanalmente que su latir sea constante. No le preste mucho cariño ni atención porque en esas condiciones confundirá cualquier señal de cortesía con interés. Limítese a revisar que todavía palpite.

No se quite la sonrisa. No la pierda. La necesitará para poder lidiar con la estupidez humana. Si le es difícil esbozarla, entienda que para estirar los músculos faciales solo se necesita la voluntad de que permanezcan de esa manera. Si después de eso sigue sin saber cómo ejecutar una sonrisa honesta hágalo con el hígado, nadie notará la diferencia.
Y no llore, son instrucciones para corazones débiles, que no frágiles.

Cuando haga falta tome el corazón del recipiente. Póngalo en su lugar y déjelo que haga su parte. Por fortuna el corazón actúa rápido. No lo deje más de media hora, corre el peligro de reír espontánea y naturalmente o de comenzar a sentir dolor. Retírelo cuanto antes, en casos así será bueno sentir miedo a querer estar siempre cerca de él.                                                                   
La distancia te acostumbra a extrañar e idealizar y en determinado momento, te enseña a ignorarla.

Déjese llevar por esa sensación que se llama enamoramiento. Pero no ame.
Llénese de emociones que no encuentren dónde situarse. El corazón no es el único lugar de su cuerpo con la capacidad para sentir y eso usted lo sabe.
De manera simultánea apiádese de usted mismo y evádase. Déjese ir. Esto no dura lo suficiente como para que el desamor lo mate.

Si ya entendió la mecánica, lea nuevamente y haga exactamente lo contrario. 

Deje de cuidarse el corazón y ame.
Ame con locura, con risas y dolor, por la buena o por la mala. En término medio, un día sí y el otro también. Ame a diestra y siniestra. Con alevosía y ventaja. Con inconveniencia. Disfrute de la sensación, que importa si es correspondido o no. Ame en la distancia, a más no poder, al fin y al cabo, de buenas a primeras, de vez en cuando... Pero ame.








A.

No sé no buscarte


No te acerques.

Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aún de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, 
por temor después a ya una dura vida de lucero.

(Vicente Aleixandre)







Como nunca...

Bruscamente las palabras se han aclarado
E inevitablemente dentro cae la lluvia minuciosa
Cae o cayó... la lluvia es una cosa
que sin duda siempre es pasado.







Como siempre...

Porque es sobre las superficies más tranquilas
donde se desatan las más grandes tempestades.

Ojalá se nos aparecieran los fantasmas viejos.
Aquellos que una vez nos amaron, 
no esos a los que la lluvia invita, 
esos que interrumpen nuestro
sueño en plena madrugada con pasos, risas y ganas de destrozarnos.


A.



Dosdenoviembre







Hace mucho que deje de pelearme con el mundo y de adoptar cada causa sin miramientos. Con los años la capacidad de conmoverme se reduce exclusivamente a cosas en las que es irreprimible dicha reacción. Vamos!! Que he aprendido con el tiempo a elegir mis batallas.
Quizá suena a fanatismo y no, no hago suficiente, pero me asquea, me indigna, ver que en nuestro país hemos perdido el respeto por la vida.
Sí, somos expertos en la simpatía, digna de una tarjeta de Hallmark, pero la compasíón por los demás es una cosa amorfa, intangible, inimaginable para nosotros.

Disculpen la introducción, pero necesitaba situarles aquí, justo donde estoy ahora...

En la noche del 26 de septiembre pasado, en Iguala, Guerrero, un grupo de estudiantes fueron agredidos a balazos de forma indiscriminada por la policía municipal y sujetos desconocidos que portaban armas largas, dejando como saldo del criminal ataque hasta el momento 7 personas muertas, tres de ellas estudiantes, además de decenas de heridos y 43 desaparecidos, incluidos los que fueron secuestrados por la policía.

Hace unos días escuché:

"Los 43 normalistas desaparecidos en Iguala están muertos, no hay ninguna esperanza de que aparezcan vivos y algunos, fueron quemados aún con vida, aseguró el padre Alejandro Solalinde Guerra"

Desconozco la veracidad de dicha noticia, y me da exactamente lo mismo que la gente piense que es increíble que me indigne una noticia como esta, siendo la misma sólo una tragedia más de las muchas que se repiten a diario en nuestro país.

Hoy mi forma de llorar es sin lágrimas, hoy mi tristeza se resume a palabras. Lo sucedido excede toda mi capacidad de dolerme y a mi me encoge el alma.

A nuestro México lo han corrompido. Nuestro país sangra día con día. Y sólo queda
una inmensa interrogante que como garfio nos atraviesa la herida.
Y me entristece pensar que mis hijas sólo conocerán a un México que va dejando en la memoria demasiados lutos y elegías.

Demasiados llantos, demasiadas despedidas...


A.

Soy tormenta...






Como siempre... como nunca. Soy sueño. Alcánzame.
Como siempre porque soy la de ayer. Soy fuego. Avívame.
Como nunca porque soy otra. Soy arena. Moldéame.
Víveme, como a cualquier otro ser humano vives. Soy abismo. Lánzate.
Resucítame, pues la verdad había muerto entre los mares profundos del vivir. Soy deseo. Cúmpleme.
Porque salí de lo más profundo del valle de los recuerdos. Soy tiempo. Deténme.
De sus rincones obscuros, de los gritos al cielo. Soy camino. Recórreme.
Y tal vez, sólo tal vez volveré a retomar una vez más lo que perdí. Soy peligro. Cuídate.
Duérmete que el mar seguirá rompiendo olas en la orilla. Soy bruma. Piérdete.
Soy todo lo que soy gracias a mi. Soy circunstancia. Sucédeme.
Gracias a mis manos que, trémulas, acarician hoy el viento. Soy truco. Adivíname.
Sin pensar actúo y sin vivir siempre vivo. Soy promesa. Rómpeme.

Soy despedida... Suéltame


     A.


                                                                       
                                                                         

No quiero llorar, pero sin duda los sollozos adelgazan las tristezas...








El primer impulso fue escribir, preguntar, quería saber...

Llevaba días con un llantén instalado en el pecho que se desbordaba por los ojos. Quizás algo intuía. Era como si la vida la estuviese protegiendo de si misma, de su hedonismo autodestructivo, de su fatal tendencia a caer una y otra vez. Del derrumbe inminente, porque si soltaba todo en una sola noche, se quedaba vacía. 

Quería gritarsélo al mundo, pero sintió pudor imaginando a la gente intuyendo sus intenciones. Sabía que no debía hacerse un daño como ese, que la recaída sería peor que todas las anteriores juntas. 
Le temblaban las manos y quizás hasta las rodillas.

Ahora entendía la razón de su pregunta.

A. se siente una duda gigante e infinita. 
Una sonrisa fría.
Un signo de interrogación, un garfio atrevesándole la herida.
Una caricia huérfana.
Un beso olvidado.
Una hormiga perdida...





     

Sólo por hoy le permito sentir pena por si misma, mañana no.

Sin palabras...






Hace un par de días, alguien me hizo recordar como cuando al llegar a casa yo salía a tu encuentro para darte la bienvenida con un beso.

Y llevo dándole vueltas desde entonces.

Recordé también que mientras te hablaba mirándote a los ojos, terminaba llorando como una tonta.
Segura estoy que era un llanto de alegría, un llanto de emoción, un llanto de esos por sentir cosas tan grandes que no me cabían en el cuerpo.

De cómo jugábamos a sorprendernos con mensajes que nos hicieran sonreir.

Era divertido madrugar para ser la primera en formar una frase imaginando que al leerla se iluminaría tu cara. O llegar a casa y entrar directamente en la cocina para ver lo que tu habías puesto después para completarla.

Algunas duraban por días, otras se despegaban y terminaban desperdigadas por el suelo.

A veces, me levanto convencida de encontrarte ingeniando alguna frase dulce o divertida para mí. O rescatando las palabras que olvidamos guardar para cuando nuestra voz no tuviera eco. Para cuando el hilo rojo que nos unía, estuviera roto.

A veces, aún perezosa  y con los ojos borrosos de lágrimas, voy a la cocina y me siento en el suelo frente a la nevera.

Ya no hay imanes, ya no hay palabras que den vida a los recuerdos.

Ahora formo frases que no creo que entiendas, o quizá es solo un impulso, o puede que sólo necesite recordar dónde está mi suelo.


A.

Ideas Desordenadas






Tengo ganas de abrirme el esternón 
y asomarme a mis latidos

Rescatar a la niña herida que habita dentro

Extirpar el sufrimiento
aquel que tiene forma y se instala cerca de las mamas

Sacar lo más bonito que tiene mi cuerpo
y restaurarme el alma

Tengo ganas de arrullarme en tu mirada

Cerrar los ojos y enmudecer a la piel dañada

Volar desnuda entre pensamientos 
sobre la libertad y bajo los sentimientos ya olvidados

Elegir desde mi propia esencia
sin apegos ni condiciones

Depender tan sólo de mi propia alegría, de vivir...



A.




Propuesta











 ¿Somos pocas las mujeres que aún escribimos cartas de amor?

Si, somos pocas las mujeres que aún añoramos a nuestros amores. Posibles o imposibles, bajo la lluvia o sobre el agua, de aeropuertos o de esquinas, de parques y escaleras, de vinos o de menta. Cercanos o de lejos, de amaneceres frente al fuego o  de a atardeceres sobre hielo. De niebla y añoranza. De gritos o a susurros, que se nombran o se trazan.

De sonrisas en los labios y caricias en las manos. O amores que como tú habrá que devolverlos a la tierra, para que se alimenten de lo que fueron y se propaguen.

Tú lo sabes mi hombre, somos pocas.


Esta mujer que hoy te escribe es una de ellas... Y aunque leerlo no te hará comprenderla, quizás te haga comprender que a veces, sólo a veces no necesitas de más nada para romper con las distancias y deshacerte de tus miedos.


Lee esta carta, encuentrate en sus palabras. Quédate en su interior, lo suficiente para que pertenezcas y la habites. No importa que estés ausente.

Porque para alguien como yo, amar en la distancia puede ser suficiente.

De una mujer que sabe de ti...


A.


De mi...



   

 “Soy inquieta y áspera y desesperanzada. Aunque amor dentro de mí, eso sí lo tengo.
Pero no sé usar el amor. A veces me araña como si fuese una garra"

CLARICE LISPECTOR








He pensando mucho en estos últimos días sobre la muerte. Los mismos días que he evitado escribir una elegía. 

Pero hoy fue inevitable pensar en cómo puede esta llegar sin avisar, sin darte tiempo para atar los lazos de tu vida... Y en cómo a causa de ello, destroza a los que quedan sumidos en la ausencia.

Como todos, mucho he perdido en la vida, he perdido oportunidades,  he perdido milagros, he perdido fe, he perdido amantes, he perdido maridos. He visto gente desaparecer de mi lado, de mi vientre, de mi cama porque así lo he decidido o porque la vida así lo decidió... Con y sin excusas, con y sin razones, con y sin mentiras, con y sin despedidas. 

Pero la muerte de alguien a quien amo, es por mucho más de lo que mi cuerpo puede aguantar. Siempre he pensado que la gente que está dentro de ti, en algún momento, o en muchos momentos se llevan algo de uno cuando se van, cuando lo hacen por un rato o cuando se van para siempre. 

Por eso le doy tanta importancia a no guardar los sentimientos. Por eso no me gusta prolongar los enfados. Por eso sí quiero decir "te amo", lo digo. Si quiero escribir "te extraño", lo escribo. 

Porque si alguna vez me voy (y haya o no algo después), quiero hacerlo con la certeza de que mis seres queridos sepan de lo mucho que les he amado en vida y lo poco que me han importado los detalles secundarios frutos de lo cotidiano y del roce. Porque no me gustaría que a su dolor se les sume  la sensación de "duda". Por eso creo que debemos mostrar nuestros sentimientos siempre, por ridículos que a veces nos parezcan. Los que nos rodean tienen que tener bien claro nuestro amor hacia ellos, lo importantes que fueron.

Porque debemos aprender a dar las gracias y a quitarnos las corazas.

Tal vez el hecho de haber tenido pérdidas tan inesperadas en mi vida me ha hecho pensar frecuentemente sobre mi propia muerte.  Y debo reconocer que dentro de todo lo que esta encierra lo que más me aterra es ser olvidada. 

Y el dejar un entorno roto y lleno de preguntas...



                                                                                                                
                                                                                                                         
                                                                                                                          PD. Te echo de menos, no imaginas cuánto.






ExHibicionismo







Mujer, tres hijas, un trabajo a la medida, un auto viejo, una bicicleta descompuesta, un sueño desgastado. Odio al silencio como los curiosos a las ciudades vacías. Un amor lejano en tiempo, posibilidad y espacio. Unas ganas inmensas de volar y muy pocas de aterrizar. Un hermano, dos hermanas, tres extensiones de mi. Un horizonte plano, desértico y árido. Unos celos crónicos, la soledad y su metástasis. Un sobrino. Mi vientre que otoña y un ombligo que se viste de adviento. Traductora de cuerpos, descifradora de engaños. Una gata. A veces... perra. Aficionada a las palabras. Contadora de lunares. Catadora de labios y coleccionista de besos. Insufrible como amiga. Libre ante el volante, deficiente ante el dolor. Astuta, precavida. Alérgica al protector solar. Una gata: Elizabeth. Bella. Observadora. Dramática. Contradictoria. Odio las corridas de toros, pero me encantan las posturas de los toreros. Residente de fronteras, depredadora de lugares solitarios. El niño que nunca me habitó. El último de la fila, Queen, acostumbrado a perder y si tu no estás aquí. Me gusta el Jazz y Mafalda. Me pierde el sonido del saxofón y mis oídos se declaran pornográficos. Peligrosa en períodos largos sin comer, paciente, muy paciente con los niños. Mil dudas. Una certeza, Dios. Unos zapatos rojos, 15 cm. Un escapismo derrotado, calculadora en mano y tres tarjetas simbólicas.
Reforma a temporadas y la piel fuera de moda. Cordura intermitente, el número siete, necesidades felinas. Grosella. Son de Mar, las libélulas. Días grises, tardes húmedas. Los árboles, las parejas de ancianos. El frío.
El color negro, el miedo, que es lo último que se pierde. 
Morena, labios descomunales. Rizos, tequila, deliro por las cicatrices. Pies, manos y aromas. Canela, elefantes y las plumas. Tauro, día jueves y el mes de Julio. Los gatos, el café recién hecho, y las tazas grandes. Las barbillas de los hombres y la música mientras me baño. Las fotos blanco y negro, hacer garabatos. Las plumas fuente y el papel en blanco. Las sábanas limpias y el olor a lavanda. Las fresas, el chocolate, las fresas con chocolate.
Mis ojos y los abrazos. El viento en mi cara y las plumas de las aves. Las marcas, los zurdos, los mojitos. 
Reconocerme...

Reincidencia

Tú y una voluntad de acero para seguir Amando la vida...

En estos días, he estado recordando un episodio que marcó mi vida. Es curioso que la memoria guarde, de entre tantos momentos malos que hemos vivido, un hecho en particular, que a lo mejor no es el más importante, ni el que más dolor causó, pero sí el que se queda para siempre en el alma, y se revive a cabalidad aún siendo ya  mayores. Lucho bestialmente para evitarlo (y confieso que casi caigo al vacío), pero a veces pienso que la vida urde sus trampas para que yo no encuentre asidero posible.
Otras tantas pienso que sólo está retando mi gravedad y resaltando mi incapacidad de encontrarme el centro, porque detrás de mi ombligo presiento que sólo tengo un eco triste.





Miro hacia atrás en el tiempo, y creo que puedo asegurar que es el camino el que nos escoge a nosotros; la lucha te atrapa aún si no tienes abierto el corazón o te rehusas a vivir en guerra.


A.

m. u. t. i. s.







Yo y mi mundo pequeño, 

atrapados ambos en una voz que no tiene palabras,

en el puto esfuerzo por entender un lenguaje que desconozco.


A.


Desde la habitación 208







Quizás he estado contemplando demasiadas cosas, quizás he tenido miedo de hablar demás como siempre o quizás era tiempo de empezar a vivir y no de tratar de resolver como hasta ahora.

Y mientras transito en este mundo de locos, en un día en que lo laboral, lo familiar y lo personal están de cabeza, recuerdo que en alguna parte leí:

" Los ángeles pueden volar porque se toman a sí mismos a la ligera "

Yo sueño mucho que vuelo, amo de esa manera que te hace volar. Vuelo despierta, vuelo soñando.

Sólo me falta no tomarme tan en serio... Y volar de verdad.


A.





Acrofobia








Tengo miedo de querer estar siempre, de tu poder de despertar memorias largamente olvidadas, de descubrir que me has dejado sola, de mis heridas de tu puño y letra, de cerrar los ojos y palpar tu ausencia, de escudriñar mañanas en busca del aroma de tus manos, de amarte a pesar de los imposibles y los nuncas, de no poder cumplir la promesa que no te he hecho todavía, de mirar hacia el abismo y no hacía el otro lado, de amarte como te estoy amando.

Si, tengo miedo y no me avergüenza confesarlo.


A.


De necesidad y ...


Que terca está propensión mía de sentirme huérfana. A veces pienso que ya estoy adiestrada a la ausencia, a la distancia.
Porque en mi caso la soledad es fortuita, y a veces hasta  necesaria. Porque a veces estar sola es en ocasiones un deseo, en otras más desafortunadas,  sólo una consecuencia, mi consecuencia.
Sentirme a la intemperie no es algo que yo elija, y frecuentemente pienso en las personas que se levantan con alegría, en aquellas que ponen a andar el corazón, risueñas, y que todo les parece dulce, y todo es amable y pagan sus deudas a tiempo y de su boca nunca sale una queja.
Hace mucho que yo había bajado la guardia intentando ser una de ellas, hacía caso omiso a mis ecos como muros en la casa de nadie, con siesta de gato en los rincones, cantando nanas a mi ansiedad convenciéndola de dejar de lado la tendencia tan mía de nadar contra corriente.
Pero por alguna razón siento que me estoy traicionando, que me he mudado a la derecha, que me he instalado en el lado que menos me convence, que menos me apela, que menos me conmueve.

Y hoy sin poder evitarlo terminé desbordándome, hoy asumí mi fracaso. Un reencuentro con un ex compañero de trabajo terminó por demostrarlo. Escuchar mis propias palabras de sus labios fue un golpe bajo. Reconocí que ante la vida me he ido laxando, que he dejado mi rigidez de lado, que he cedido, que me he vendido y lo peor de todo, que me estoy conformando...







Pero soy intransigente conmigo, las excusas y las justificaciones no son aceptables para mí. Sólo es cuestión de volver a empezar y recuperarme, recuperarme una vez más.


A.

Delirios



Frágilmente escucho un susurro, no en mis oídos lo escucho en mi mente. Es un susurro que adivino agoniza, y debilitado como lo percibo, debería no prestarle atención e intentar que muera completamente.
Ha estado ahí por mucho tiempo y sin temor a equivocarme sé que nunca se irá del todo, pero si le pongo atención crecerá nuevamente y yo estaré perdida.

Siempre he intentado entender los más grandes fenómenos emocionales y existenciales desde los míos propios. El amor mismo, su franca decadencia, su inevitable deterioro, porque si el amor está compuesto de dos personas, de dos cuerpos degenerativos, pues entonces deduzco que no podría ser de otra manera.

Para mi comunicar a veces no es tan sencillo, decir algo puede ser muy complicado y otras veces simplemente imposible. Y aunque sé que nada se compara a un diálogo contigo mismo para sentirte reconfortado, el hacerlo conmigo se torna hasta peligroso. En verdad, no es fácil dejar libres mis pensamientos, soltarlos uno a uno, porque casi siempre que lo hago me invade la no muy grata sensación de que debería no haberlo hecho.
Dicen que la sinceridad es algo que a muchos gusta hasta que alguien la practica.
Lo que está en mi cabeza es una maraña de relaciones abstractas, de ideas, de dudas, de sueños y emociones y entenderlos es una labor imposible. No hay forma de decir lo que en verdad siento. Y no es que me falten las palabras para describir lo que ocurre en mi interior, me sobran momentos, pero me faltan oportunidades. Y pierdo gente por no decir te amo a tiempo, pero pierdo a muchas más por decirlo fuera de contexto.

Pero lo hago y gracias a ello sobrevivo, porque hasta el sol de hoy no han habido soluciones químicas, ni naturales, no han habido llantos ni duelos, ni libros ni consejos, ni curas ni amigos, ni estrategias ni recursos que hayan logrado en mí lo que logra el hablarlo.
Algunas veces pareciera que me quejo, que acepto, que asumo, que cierro. Lo cierto es que sólo digiero, lloro, me despido, y finalmente... sano.






A.

Remiendos



Sí,  yo sé que decir los pensamientos en voz alta es un riesgo.  Pero también sé que nada cambiará mientras el silencio viva al amparo de su indiferencia o de su cobardía.

Están aquí, a mi lado. Y darles  la espalda es sólo maquillar  con algún triunfo a la cordura.

Están  aquí,  nunca se han ido.

A veces,  censurar  al corazón es desenfocar los sentimientos. Guardarlos en un dobladillo
anónimo de la vida y descoserles el miedo... a menos que sea  necesario.


A.



DeTalles





Ayer V.  me preguntaba si sentía miedo por un procedimiento médico que me practicaría y le respondí que no. Le dije que confiaba mucho en el doctor y que eso me ayudaba a no sentir miedo.
Llegamos al consultorio y tuve frente a mi a aquel hombre cuya sonrisa me inspiraba una paz inexplicable. 
Al parecer mi expresión no concordaba con mis palabras porque ese hombre hermoso no hacía más que advertime que eso lo hacía con frecuencia, que todo estaría bien y que se esforzaría por hacerme sentir el menor dolor posible, al mismo tiempo que me sonreía con más temor en su cara que en la mía, creo.
Me recostó en una camilla de tipo quirúrgico, levantó mi camisa con una delicadeza que contrastaba grotescamente con el tamaño de la aguja que reposaba sobre una mesilla a su derecha. Por primera vez me alegré de usar un sostén cuya estética hiciera que valiera la pena pagar semejante cantidad. Intentó desabotonarlo bastante avergonzado para mi sorpresa y yo le ayudé aún más sorprendida de la mía.
El me preguntó si estaba lista y yo le pregunté si realmente en algún momento las mujeres estamos realmente listas y riéndose me dijo que nunca. Me pidió por favor con su voz dulce y con sus ojos dulces, que me quedara lo más quieta posible y que hiciera lo que me diera la gana pero que no moviera, que si el dolor era demasiado no le retirara el cuerpo, que le avisara y él se detenía y nos tomábamos todos los descansos que yo quisiera. Absurdo, pero no sentí miedo hasta ese momento. Y es que cuando alguien me pone a mi por sobre todas las cosas, no puedo más que sentir miedo.
El me dijo que la primera vez era la más dolorosa, y no pude evitar pensar que es de los que creen que las primeras veces duelen más, yo ya no pienso así. Creo que con el tiempo los dolores son más agudos, es como refinar el paladar, como educar los sentidos. Con el tiempo uno desarrolla una memoria del dolor y en ocasiones los dolores nuevecitos y recientes se vuelven bien grandes porque se unen con los viejos. Y muchas veces los dolores pequeñitos son más intensos.
Mientras el hacía su trabajo, yo no podía evitar reconocer la delicadeza de sus movimientos y en su trato hacia mi. Creo incluso que me enamoré un poco de él. Aunque reconozco que eso no es nada nuevo en mi. En repetidas ocasiones me preguntó si tenía mucho dolor y sin hacerme la valiente le respondía que no mientras yo veía la incredulidad en su sonrisa.
Pero era verdad, me dolía muy poco a pesar de las previas advertencias de lo doloroso del procedimiento y de la imposibilidad de utilizar anestesia.
A veces me asusta pensar en la falta de sensaciones. En ocasiones creo que quizás tenga obstruido algún nervio que forma parte del camino donde los impulsos nerviosos le dicen al cerebro "te duele". Como también creo que tengo obstruido el camino donde la razón le dice al corazón "volverá a doler". Quizás estoy acostumbrada al dolor y lo asumí como parte de mí, como también he asumido la incomodidad como algo inherente a mi femineidad. Y hasta me dio miedo recordar que hace poco le pedí a Dios que por favor no quería más dolor. Se me olvidó que con Dios hay que ser bien específico cuando uno le pide y que hay que pedir con suma precaución y una especificidad extrema. Porque Dios puede ser bien literal si se lo propone. Y quizás yo pedí literalmente.
Su voz interrumpía mis pensamientos, cosa que agradezco porque el roce de sus dedos sobre mis senos en mi imaginación empezaban a salirse de contexto. 
No podía creer cuando me dijo que ya había terminado (cosa que agradezco aún mucho más). Sentí que de roces ya había tenido bastante, aunque él nunca sabrá lo difícil que es lograr eso en mí. Me ayudó a cubrirme y a levantarme, al hacerlo sin intención alguna lo abracé un poco, pero se me escurrió,  increíble pero el hombre que me dijo que no echara el cuerpo para atrás ante el dolor, echó el cuerpo para atrás frente al contacto. Creo que lo confundí. Le di las gracias, y creo que se confundió aún mucho más. Sin dejar de sonreír tomó mi mano y me dijo que todo estaría bien.

Miro mi cuerpo desnudo y sus pequeñas cicatrices  y no  puedo más que agradecer porque este cuerpo ha sentido, se ha erizado y se ha reído, ha sonreído y ha llorado proporcional y desproporcionalmente, por este cuerpo que ríe y en ocasiones llora por exactamente las mismas razones y me retracto de esa petición absurda y en el fondo sé que Dios, sabe que quiero sentir, sentirlo todo, que no  quiero olvidar. Que olvidar sería rendirme y yo no quiero dejar de pelear...




A.







Fluir







¿Cómo separar el fondo de la forma?
¿Cómo sostener la nada sin tocar el todo?



Cuando eres capaz de atravesar el miedo como quien cruza el umbral
cuando dejas de hablar y te das permiso de escuchar al viento
cuando dejas de luchar y con justa rendición formas parte del universo que te rodea 
cuando ves nacer el sol y descubres que formas parte de él
cuando aprendes a escuchar tus sentidos y a seguir tu propio instinto
cuando deja de importar en que sentido gira la tierra porque sea cual sea este, siempre habrá un mañana
cuando liberas tus sueños sin importar que se asomen por la rendija de tu sonrisa 
cuando dejas de exhalar intrigas después de inhalar verdades
cuando agradeces perder el norte en aquellos amores que no hay brújula que los oriente 
cuando reconoces que cada día eres más tu; más animal, más salvaje
cuando comprendas que en este viaje no habrá más pasajeros
cuando entiendas que el camino es largo y lo más importante lo tendremos que sacar de nuestro interior
cuando descubras tus propios recursos al margen de los ajenos
cuando en tu propia oscuridad consigas alumbrar tu camino
cuando descubras ese pequeño mundo de agua que deja la lluvia en los tejados
cuando bajo la lluvia consigas aislar tus sentidos lo suficiente de ti mismo para poder empaparte de sus latidos...


Entonces y sólo entonces, sentir pasa a ser una forma de vida... sin lastres ni fronteras.




"A Ella, que siempre me lo dijo y nunca la escuché..."


A.

Crecer sin Perder





Aprendí a leer y a sumar desde muy pequeña. Cosa que mis padres utilizaban como "tema de conversación" cuando alguien nos visitaba. Preguntaban cuanto eran dos más dos y me mostraban una paleta, yo contestaba y entonces volvían a preguntar con cantidades diferentes y nuevamente me mostraban la paleta. Por fortuna para ellos entre los tres y cuatro años de edad no eres capaz de descubrir que eso es un vil chantaje, que sino no hubiese respondido a ni una suma más.
Después mis hermanas se empeñaron en que aprendiera a restar y todas las tardes se daban a la tarea de enseñarme. No aprendí a hacerlo, creo que desde entonces me resistía bestialmente a perder. Así que tarde tras tarde me enfermaba. Me daba un dolor de barriga terrible, ahora entiendo que eso era una reacción alérgica a "dejar ir". Así que si algo aprendí de las restas, fue a mentir.
Sé que suena sectario y que huele a fanatismo y que encima yo tengo fuertes tendencias a la adicción, pero esto es diferente. En mi caso tiene que ver con que siento que me revelaron la clave para entender a muchos de los  hombres de mi vida.
Las historias de nuestra vida permanecen porque quienes las vivieron las mantienen latentes de alguna manera. Y a mi me cuesta soberanamente dejarlas morir.
Los cambios son mis malas costumbres, mi rutina es el caos, mis principios son meras continuaciones de finales incompletos, son simulaciones de abandonar una estabilidad que nunca he alcanzado quizá porque sencillamente no me cabe en el carácter.

Amo la pasión, me es necesaria la intensidad y quizá esa búsqueda constante por la pasión y la intensidad me ha hecho una desarraigada de la vida.

Poseo la ventaja o desventaja del desapego, desapego de casi todo, de las cosas, de los lugares, de los planes, de las fechas, del dinero. Aunque mi desapego a ciertas cosas es inversamente proporcional a mi apego a otras. Tengo una afición por lo amores, por los recuerdos, por los sentimientos, por las sensaciones, por la nostalgia, tanto que tardo en descubrir que todo ha cambiado de repente, o que quizás lleva tiempo cambiando pero como a veces paso de bregar con las cosas por falta de ánimo o de paciencia termino dándome cuenta de todo de sopetón, como si llevara meses anestesiada.

Quiero aprender a vivir con y no de mis recuerdos. A no anclarme a ningún momento de mi vida y dejar de enamorar a quien no quiera enamorarse. A dejar atrás aquellos sentimientos que lastran mis días y a cuidar de aquellos, los más desprotegidos, los que a veces tienen frío y necesitan que alguien les toque la cara y les arrope con una chaqueta vieja a cuadros. Quiero aprender de todos los pedazos que aún conservo vivos en mi,  dejarles vivir lo que no pudieron cuando no sabía ser pequeña... Dejarles salir a sumar con los recursos de una mujer que no sabe restar...

Crecer sin perder.

A.





Rain







Llevo un invierno de sequía en las palabras y afuera no ha hecho otra cosa más que llover. Y a mi, a menudo se me empaña de gotas de lluvia la mirada.
Mi cama se hunde en aguas ausentes que colman los huecos nocturnos y hoy, la primera noche cálida de lo que parece que será una primavera fructífera, me siento a escribir.

Escribo porque no logro complacerme; escribo porque me es imperativo; escribo porque no depende de nadie más que de mí; escribo porque me quiero leer; escribo porque no sé organizar mis ideas; escribo porque me quiero repetir. 




Dejé abiertas las ventanas de mi pecho y las corrientes provocaron ráfagas de lluvia que han empapado de vida a esta noche que tiritaba de soledad esperando a que alguien le acompañara.



He pasado una temporada entera sedienta y tengo mucho que decir porque en el fondo necesito mucho más de lo que tengo, porque hay días en que me siento tan sola, tan seca, tan quieta, tan impotente,  que no soy capaz de conformarme con un poco de olor a lluvia y me siento a esperar a que la vida me empape lo suficiente y me ponga a la deriva hasta que entienda que no soy el remedio de nadie pero sí mi propia medicina. 

Me conmueve la fuerza que tiene la vida; entiendo que no soy dueña de nada y cada día me hago más y más pequeña. Tiemblan los cimientos de los años vividos, sé que me estoy perdiendo en la distancia y que estoy dejando la vida pasar por egoísmo... meto el freno. Lloro de felicidad, de rabia y de preocupación pero ya no por tristeza ni soledad. Hago las cosas mal y las seguiré haciendo mal, aunque cada vez mejor.

Tengo sed de ahogarme sabiendo que ni las dimensiones de mis labios me salvarán del asfixie inminente, sabiendo
que el agua escalara mi cuerpo pequeño retando mi gravedad y provocando mi incapacidad de encontrarme el centro, porque detrás de mi ombligo sólo tengo eco, el retumbe triste de un jarrón vacío.Y de repente siento que vivo en una pecera de agua salada con colores imposibles y un mar de mentira porque solo puede ser ficticia la inmensidad de este te amo...  porque no hay unión más completa que la del agua... todos los ríos, los mares, todos los océanos, todos los lagos todas las lágrimas están conectados y son en realidad una inmensa gota de vida que me grita...

Bucea, sumergete, escúchate, golpea el agua con tus manos, hazla sonar, siéntela, participa de sus latidos...



A.

Divagaciones








A veces el infierno es solo no saber descubrir el paraíso que pisas, a veces los sentimientos son pequeños espacios donde la cordura descansa y no hay brújula que los oriente.

A veces no tengo claro qué parte de la realidad nace en mí. Pero a medida que desaprendo, descubro que la realidad es un guión abierto y un inmejorable trabajo actoral.

A veces la vida son esos pequeños momentos que se cuelan libremente por nuestros sentidos sin la imposición de ninguna perspectiva, y que nos cuentan tanto de ella que no tenemos más opción que palparla, conocerla bien, sufrir, llorar, reír, aprender, crecer...


                                                                                                            A veces, sólo a veces.




                                                                                                                                      A.

Colapsos










La vida te frota en la nariz lo que necesitas superar. Y yo siento que puedo manejarlo todo, menos el silencio. 

Jamás he entendido la vergüenza a pronunciarse, a la absurda decisión de no hacer por miedo a equivocarse, de no estar por no molestar y en cambio estar en lugares comunes vacíos de emoción y calidez. No comprendo la torpeza de mantenerse en pie cuando ya la única opción es sentarse. De tropezar y precipitarse en ese interior sin antes despojarse  de las ínfulas de certeza.

A la torpeza de patear mal el suelo y torcerse el tobillo, a las retenciones sin sentido de emociones obsesivas, a los careos íntimos con una conciencia confusa, a la  torpeza de sentirse quemado y no retirar la mano del fuego ó masturbarse con frenesí mientras copulas con una soledad reseca.

Por eso esta intolerancia febril al desacierto de callarse por miedo a ofender. A  frases como eso no fue lo que quise decir o quizás no me expresé bien.

Tengo cierta debilidad por las palabras y como es de esperar eso me hace más propensa a las mentiras. Por eso esta absurda tendencia a creer casi todo lo que me dicen, lo que me escriben, lo que escucho, lo que leo...

No me gusta el silencio y creo que es la forma que ha tenido la vida de recordarme cuán frágil y vulnerable soy.




Intentos





No consigo contar mis respiraciones...






... Sentirlas, me hace perder la cuenta.




Cuerda floja









Mi abuela decía que Dios prueba a sus favoritos. Llevo una semana, un mes, un año, un par de años con el presentimiento de que en algún lugar alguien tiene una muñequita vudú con los labios bien gruesos y el cuerpecito alfilereteado.
Últimamente no doy una, tomó decisiones equivocadas y pareciera que mis días pasan sobre una máquina de trotar que no me lleva a ningún lado.

En algún post he soltado pequeños secretos, detalles anodinos sobre mi vida que no tienen mayor importancia, salvo para esta mujer que escribe.

No se andar en bicicleta, no me seco después de ducharme, nunca aprendí a fumar, hasta la adolescencia fui sonámbula y mi abuela decía que era porque tenía el alma vagabunda, lo que ella no sabía (y en el fondo yo tampoco) que eso de tener  “el alma vagabunda” sería para mi una revelación vital y no meramente una suposición de su parte.

Vamos.

Un día, cuando tenía 17 años, desperté y me sentí abrumada por una profunda tristeza. Vino después de una decepción amorosa.
El caso es que fui presa de una ansiedad sin sentido. Ya lo sé, es irracional e incomprensible, pero pasó. No podía dormir.

El diagnóstico fue depresión severa y ansiedad profunda (lo siento, pero así de dramático sonaba el asunto).
Demasiado estrés, mis estudios, la vida cotidiana, la falta de redes de apoyo, y mi excesivo perfeccionismo. Lo único que faltaba es que me declararan con alguna posesión diabólica. Y a falta de exorcismos un par de pastillas y de ahí a casa.

Una era para dormir y la otra para ser feliz. La única que cumplía su cometido era la primera, pero tenía efectos secundarios. Despertar sin sensaciones. Nada.
Preferí seguir con el insomnio.
Fueron tiempos difíciles para mi y mi familia.

Lágrimas, muchas.

La vida siguió su curso, me gradué, ejercí un poco y después me casé.

Recuerdo esa etapa con un poco de orgullo y me digo que si entonces sobreviví, porque ahora no he de hacerlo.
De hecho, entiendo un poco más de la vida por esa experiencia.

Aprendí que ser positivo es maravilloso. En una atmósfera más feliz la depresión no hubiese sido parte de mi vida. No obstante, creo que vivir en una eterna burbuja color rosa también es malo. La depresión es un espejismo, pero también lo es la alegría sin bases.

Aferrarnos al momento. Estar aquí, ahora.

De ahí mi profundo rechazo a las frases de auto ayuda. Respeto mucho a quien gusta de este tipo de lectura. Pero creo que si leer un libro de auto ayuda te va a disuadir de pegarle un tiro a alguien, pues bienvenidos sean. En algún momento llegué a leerlos y no me sirvieron de mucho. En cambio la literatura común y corriente parecía aliviarme, regalarme respuestas. Cuando uno está buscando repuestas las va a encontrar en los ingredientes de la comida enlatada, o en las instrucciones de cómo montar un mueble.

Esto no es una apología a la depresión y a la tristeza. Jamás. No se lo deseo a nadie. Sin embargo, jamás resto importancia a quien pasa por ello. Después de todo nadie elije sentirse así, simplemente un día sucede.

Contrario a lo que muchas personas creen, una persona no se deprime porque "odie vivir". No. La gente se deprime porque ama tanto la vida, que quiere más y más de ella.
No quieres sumirte en esa rutina que de a poco hace mella en tu existencia.

Quieres amar como en una novela. Quieres reír hasta que te duela el estómago. Quieres amor, pasión y locura. Quieres vivir.
No obstante, la vida no suele darte eso fácilmente. O no te lo da. O no puedes.

Por eso pienso que como yo, son muchos los que sufren un amor excesivo hacia la vida.

Y eso, no lo cura ninguna pastilla...