- Hija, pero estás segura que es eso lo que le quieres pedir a los Reyes.
Yo no creo que sea tan buena idea. Un telescopio es además de caro algo difícil de manipular y sobre todo de considerable tamaño para el espacio de tu habitación.
¿Por qué mejor no les pides otra cosa?
- Pero mami, yo ya sé todas esas cosas, por eso se los pido a los Reyes magos, para que tú no gastes, y como mi habitación es pequeña solo estoy pidiendo una cosa.
Supongo que los Reyes magos, por eso son magos. Y ante semejante argumento creo que el seis de enero junto a los demás juguetes aparecerá un telescopio más o menos decente.
...
¿Pero no es demasiado para una niña de seis años?, preguntaba mi mamá a papá cuando a esa edad yo quería un microscopio y mi padre consideraba comprarme uno que no fuese de juguete.
Mi padre no sabe decir que no, así que supongo que ante la insistencia de mi madre, optaron por comprarme un microscopio marca Mi Alegría con lente de plástico, con tal de salirme al paso.
Tengo que decir que el microscopio fue una de esas tantas decepciones que me ha dado la vida, porque con el no veía más allá de lo que podía ver con la lupa de mi abuela y con la que podía pasar horas sumergiéndome en ese basto mundo de las cosas diminutas.
Quizá por eso mi fascinación por las cosas pequeñas y mi tendencia de alejarme de aquellas que por su magnitud me son difícil manejarlas.
Debo confesar que la idea de un telescopio me ha seducido sobremanera. Así que me he dado a la tarea de investigar precios y marcas y me he propuesto aprender a utilizarlo si es que quiero que la inversión sea exitosa y por lo menos logremos ver la luna. Sólo espero no pasar el día de Reyes ajustando perillas y cremalleras. Aunque si logramos ver algo distinguible de la bóveda celeste, ya habrá valido la pena.
Y tal vez, solo tal vez, me convenzo que la distancia como muchas otras cosas en esta vida, son relativas.
A.