De mi....







Mi fascinación por los elefantes nunca ha tenido que ver con su grandeza, ni con su permanencia como especie sobre esta tierra, sino que siempre me ha parecido que sus ojos encierran toda la nobleza y la tristeza del mundo.








En el fondo quisiera ser felina y poseer esa sensualidad puramente femenina. Dominar el arte de ignorar, manejar la distancia como arma de supervivencia. Ser independiente y nunca perder el sentido de dirección, caminar por la vida como si no existiera riesgo de caer.








Las libélulas emplean la ilusión óptica para acechar a los intrusos, se mueven de tal forma que se proyectan a sí mismas como seres estáticos mientras atacan con rapidez a sus víctimas, razón por la que creo... 
me fascinan.






Dibujaba sonrisas, sanaba heridas, consolaba tristezas, atajaba vilezas... todavía conservo mi varita mágica de madera y en mi alma magia de la buena. ¡Qué nadie me salve de seguir siendo niña!






Me gustan las plumas, mucho. Y aunque a mis manías las tengo identificadas por su razón de ser, con las plumas no hay ninguna.
Quizá porque las asocio con la libertad y ese es mi talón de Aquiles.






Siempre sueño con dientes de león, desde pequeña. Sueño que les soplo y entonces, estalla el corazón en flores y también en desconciertos.




Alejandra

Me gusta cuando dices mi nombre, cuando se derrama en tu boca, cuando lo muerdes, cuando lo apresas... cuando al pasar por tus labios, irremediablemente me besas.







Por el momento, sólo por el momento, la tarde se despide y yo también. Las estrellas me invitan a viajar con ellas y mis ganas ya han dado la vuelta a la esquina y están por tocar.


Hasta pronto, hasta siempre.

A.




Manías






Se me suicidó la esperanza desde la cornisa de la decepción. No me extraña, todos morimos de algo en algún momento de esta vida.
A veces de envidia, de tristeza de miedo, de hambre, de frío, los más afortunados mueren de risa, pero morir de rabia, de celos... es la peor forma de morir.
Parece que los ídolos son demasiado frágiles. Se rompen en miles de pedazos para cortarnos los pies cuando nos toca caminar sobre ellos. Parece que se hicieron para rompernos, para enseñarnos cuán frágiles son y cuán soberbios somos los otros.
Parece que algunos nacieron muertos sólo para que no tuviéramos que matarlos y para que pudieran yacer así,  siempre muertos.
Hay quienes ejercitan el dolor y sudan llanto, yo ejercito el llanto para sacar el dolor.
Ando regada por la vida, no es fácil. No tengo raíces, no sé de donde alimentarme, me he  acostumbrado a las cosas temporales. Como esas plantas que se alimentan del aire, con raíces aéreas de esas que se enredan y forman barreras para que nadie entre, o tal vez... que nadie se me escape.
No tengo un camino de regreso, ni cuerpo donde refugiarme.Ya no hay ruta que me incluya ni mapa para guiarme, ya no hay atajos que me ahorren el delirio. Mi hogar lo llevo conmigo, y lo voy regando en mis descansos, en mis escombros, en los espacios en donde gocé y lloré, me instalé, viví, empaqué y me fui.
Me da pánico pensar que estoy esparcida, que no sólo hay personas que nunca recuperaré sino fragmentos de lo que pude haber sido.

Y es que de tanto quedarme callada, ya se me agotó el silencio.

Hay un lobo que me habita, evito encontrármelo, temo que al verme quiera huir de mi, como siempre, como todo. Aunque la tragedia sea que nunca huya de sí mismo.

No lo acorrales.


A.


Acordes









Soy ese vértigo. Ese instante. Ese sabor que nadie sabe.


Soy un combate justo. Un latido contra latido. El corazón en la boca. 
En la boca el suspiro. Y soy el contra golpe, perdido.


Soy entre lágrimas dulces o rabiosas, soy entre sonrisas de estiércol y abrazos fingidos.


Soy entre vientos y huracanes.


Sólo soy un trazo. Rojo. Muy intenso. Y con el, yo parto a la mitad los azules de tu pecho.

Soy de frías manos y titubeante el corazón.


Soy la niña que comía mal, escribía cuentos y pescaba ranas, soy la mujer con la piel preñada de alas.


Soy palabras, pero de esas que de tanto decir, ya no dicen nada.


Y soy zapoteca, jíbara, cimarrona, sexy y grosera...


Soy por encima o por debajo, en diagonal y sobre costados.
Soy ese siempre que la vida convierte en nuncas.

Soy magnolia, soy flaqueza y desconcierto. Soy espliego cuyo aroma ignora el viento.

Soy sirena que naufraga y no sabe cantar. Soy quien puebla tu nuca y anida en tus desconciertos. 

Soy esa frase que grita en la pared, lo que otros nunca dirán al oído.

Soy bandera, si tu eres viento, soy de Evas y Adanes... Si quieres ser mi Dios.


A.


De Temporal









"esta lúgubre manía de vivir 
esta recóndita humorada de vivir 
te arrastra alejandra no lo niegues..."





En tardes soleadas empecé a entenderlo. Siempre había una diferencia notoria entre ellas y yo. En otras épocas en las que el bullying no era conocido como tal y al final no importaba tanto o, mejor, no se le daba tanta importancia, siempre escuchaba comentarios necios, repetidos y molestos. Esa diferencia la entendí hasta mucho después, quizá por esa tendencia mía a lo complejo. 
Tal vez es porque nunca he sido inteligente, pensaba que mi corazón y mi sentimentalismo tenían un poder limitante sobre mi raciocinio, y eso me hacía diferente.
El sol no es mi enemigo pero necesito una barrera para apaciguarlo, aunque me beneficia en muchos aspectos debo tenerlo vigilado, mi última prenda de vestir es una buena capa de bloqueador solar.
De pequeña odiaba los paseos en grupo, no eran tan divertidos. 
Como todo niña impaciente odiaba sobremanera tener que usar bloqueador y esperar por lo menos media hora a que se absorbiera, lo único que quería era poder salir afuera y ya. No ser fiel a esas esperas me dejaba ampollas en repetidas ocasiones, ampollas que después me hacían entender la gravedad del asunto.

Sin embargo hoy tengo la certeza de que nada de lo mencionado arriba me hacía sentir ese bicho raro que simplemente no encajaba, aunque siga siendo mi piel la que me debilita. No sólo porque mi piel no produce suficiente melanina, sino porque mi piel sufre de escasez y eso lo compruebo cada vez con más frecuencia. Casi no tengo lunares, mi piel es desértica. Entonces de ahí debe venir esa tendencia a traicionarme. Es que a mi piel al igual que yo le falta orgullo y le sobra apetito. Mi árbol favorito es el sauce llorón, y lo que me afecta de él, porque todo lo que nos gusta es porque nos afecta de algún modo, no es su aparente tristeza, ni su nombre profundamente melancólico, es esa sed perpetua que el pobre tiene. 

Y es que mi piel, como es mía, de tal palo tal astilla, siempre tiene hambre. Una tristeza profunda puede cerrarme el estómago pero me abre la piel. Uno de tantos médicos que he visto, me dijo una vez que el cuerpo es perfecto y sabio, que la piel deja entrar y salir lo justo, lo necesario, lo que puede manejar. Mi piel es seca y si le pongo una cantidad mediana de crema, mi piel la devora, la desaparece, se la traga. Pero también es caprichosa y a veces decide ser impermeable y a diferencia de las cremas a quienes mi piel se chupa, le da por no dejar entrar a nada ni a nadie.

Y digo que mi piel me debilita porque poseo esa necesidad innata de los gatos de ser tocados. Me restrego contra la gente, busco el contacto. Y hoy un juego de palabras me recordó que aún no estoy resuelta y que disto mucho de estarlo.
Regalos de la vida que hoy se verifican con la fácil recordación que la gente tiene a bien obsequiarme.
Que hasta ahora no ha habido nadie que logre cerrarme el abismo, saciarme el hambre, y como en estos eternos veranos secos, nunca sé qué hacer. No tengo un conjuro para la falta de caricias, no tengo un antídoto para este tipo de escasez.
Relaciono el agua con el contacto y el agua me recuerda ese derecho que nos da a mí y a mi piel de sentir sed y complacernos. Los baches emocionales, los ayunos de afecto es lo que abre mis ojos en las mañanas. Hambre. Un hambre capaz de derrotar a la poca lógica que yo poseo. De pronto no importan las justificaciones, de pronto no importa si ya no me parezco a lo que quiero ser, de pronto no importa si mi comportamiento no es ejemplar, no importa. 

Porque es como un vicio. No puedo decirle que no. Nunca parece ser suficiente. Nunca me empalago. Nunca me canso, nunca me hastío y lo peor y mejor de todo es que nunca me satisfago. Y entonces entiendo porque que el verbo satisfacer sea de los más difíciles de conjugar. Y mi piel por extensión no se satisface. Y se ha vuelto sabía dentro de su condición. Se autocensura, calcula, calla, se aguanta se auto dosifica lo necesario para engañar el cuerpo, se prepara para invernar, porque a eso hemos llegado. Y cuando mi piel no consigue lo que quiere, el resto de mis órganos van cayendo por efecto dominó.
Y es que cuando yo me equivoco o me excedo, termina mi piel sufriendo las consecuencias, porque la gente cuando te conoce sabe exactamente dónde dolerte y el bloqueador sólo funciona para la luz del sol.

Con todo esto concluyo, que en el fondo necesito mucho más de lo que tengo, que hay días en que me siento, tan seca, tan impotente, como la piel que me viste y que en ocasiones es capaz (soy capaz) de conformarse con un poco de olor a lluvia y esperar a que la vida nos de la cantidad justa de agua. Ni una gota más, ni una gota menos.


A.









Lejos de qué, cerca de quién...











Te extraño una tormenta, un campo rojo de amapolas,  el llanto de un niño en extravío.

Te extraño un horizonte, un otoño con sus bronces y sus dorados.
Aquí. En mis ojos. Y en tus manos.

Te extraño la suma de las quietudes de todos los universos, te extraño el poema que nunca escribo, te extraño en los confines de mis ganas, y en los azules que en tu pecho yo respiro.

Te extraño la historia, como la historia, como letra violando la época y que negándola le pone nombre, nos pone nombre para que esa estela invisible entre nosotros, más real que nosotros mismos se rompa y se desborde. Te extraño en desvelo, así te extraño, en categorial y en relativo, sin método, ni revolución sin sentido.

En un buen momento, así te extraño, sin democracias liberales, ni decretos relativos. Ácido como anarquista justificando a la amargura es mi extrañar, como uno de los pocos buenos de Hahn. Te extraño como a Herman y sus ballenas asesinas, a Poe y sus corazones delatores, a José y sus cegueras colectivas.

Te extraño un disparo en la frente, como los delirios de Baudelaire, sigilosamente, entre el ocaso y el amanecer. Te extraño tanto como extrañaría los versos muertos. De las heridas que fueron. De las que vendrán. De las que siguen siendo.

Te extraño públicamente y en secreto, como una primavera a destiempo, un beso inesperado, o la libertad serena de un verso suelto. Como un electrón suicida buscando el constante movimiento, como ese dulce temblor que hiere y no es eterno.
Como debiera extrañar el
perderse en los ojos del otro, perderse bien lejos. Sin rutas. Solo encuentros.

A.





Adagio






Dos es un número defectivo

perverso, complicado

sin margen de error.

No parece multitud

pero lo es.

Demasiadas ausencias.

Demasiadas despedidas.

Errores matemáticos

difíciles de resolver.

Es un número sediento

un número con frío.

A veces gigante

a veces infinito.

Dos es un cuenco vacío

una cicatriz en vivo

relojes sin arena

paréntesis sin nada explicativo.

Un sismo sin escala

un pájaro sin alas.

Es un enemigo retórico

juicio sin apelación.

Es dolor que no enseña...

Garfio que se engancha

en la frontera del olvido.



A.







Heridas







Crecí siendo católica, apostólica y romana, sin embargo no creo en los milagros. Asistí en mi niñez a educación religiosa y leí la Biblia hasta el cansancio. Sin embargo, la palabra de Dios me sigue sonando en arameo. Sencillamente, en el cristianismo que me a mí me enseñaron existe una disciplina que en mi no cabe.

Jesús me cae bien. Es un gran maestro para entender lo que es el perdón, la generosidad, la entrega. Pero eso de convertir el agua en vino y de resucitar a los muertos, no se lo creí nunca. Ni a él, ni a nadie.

Yo concibo de otra forma los milagros, los cotidianos, los que no llegan con trompetas, visiones,  ángeles, o llantos desgarradores. Reconozco aquellos que son el resultado de coincidencias entre el tiempo y el orden de las cosas. El resultado casi lógico de una disciplina emocional. De una cierta capacidad emocional que se enlaza con lo espiritual para que se manifieste ese "algo". Entonces, como por arte de magia, el milagro se nos presenta. Pero no por gracia divina, sino porque uno lo ha estado trabajando desde adentro, quizá por medio de la oración, la meditación diaria o lo que fuera, desde hacía tiempo.
Sin duda la disciplina en el desarrollo de una conexión afectiva (de energía) con algo -lo que sea- abundancia, creatividad, relaciones de familia, de pareja, con los hijos, dan como resultado ese "algo"  que hace "click" y de repente lo trabado se destraba.

También tiene que ver con uno, bueno, todo tiene que ver con uno. Es difícil perdonar si antes no nos perdonamos, ni amar sin antes no nos amamos, suena sencillo, pero no lo es.
Mucha gente confunde "amarse" con "ser egoísta" y "perdonarse" con no ser estricta con una misma, con no ser consecuente con nuestras palabras y nuestros actos, con dejárselas pasar. Y no es lo mismo.

Por ejemplo, yo. Ayer presencié uno de esos milagros cotidianos. Simplemente iba de compras con mis dos pequeñas para los outlets a comprar zapatos. De la nada, se aparece mi aún pareja, lo noté ansioso. "¿Quieres venir y me acompañas a comprarles zapatos a las niñas?" -le pregunté. Intuía su negativa pero no hice nada más.  "Me cambio de pantalones y me voy contigo"- respondió. Y se dio el milagro.
Quizá parezca algo muy común en un matrimonio, pero no es mi caso, créanme.

De repente, andábamos él, mis hijas y yo, hablando, bromeando, pasándola bien. Se nos unieron un par de amigos y sus dos bebés. Debo confesar que me sentía un poco extraña, luego de nuestra separación, del overdose de la situación, de incontables historias de desamor mediante las cuales, yo, sin darme cuenta, me culpaba para corregir el abandono del que me sentía víctima; después de tantos años de coraje con él porque salía con otras mujeres, porque nos dejaba solas con tal de irse a perseguir sus "metas" (como él les decía) y porque, inclusive, lo hacía por nosotras. Qué rabia me daba escuchar eso!- ahora andaba con él.
Lo observaba cuidando a sus hijas, besándolas, amándolas. Empecé a recordar detalles similares de él conmigo. Llevándome a donde hacían pan de horno, para que a mí se me quitara el antojo, auxiliandome cuando no podía pintar las uñas de mis pies, escribíéndome cartas mientras trabajaba afuera, presentándome con orgullo a sus jefes y amigos, "esta es mi esposa" con una sonrisa que se mordía la cola.

Esta vez, el asunto fluía. De repente, me escuché diciéndole. “Estoy bien. Por primera vez en mucho tiempo no hay una crisis rondándome. Mis hijas están felices, lo poco que tengo lo administro bien. Mi trabajo me llena. Me siento querida, por nadie en particular, pero querida. Estoy bien, al fin bien.”

El me miró complacido. Miró a mis hijas jugando, las contempló con una ternura que yo nunca le había visto en los ojos. A él siempre le dan trabajo los afectos. No sabe cómo amar bien a la gente. Le da trabajo. Me imagino que porque no sabe muy bien cómo quererse a sí mismo.

Pero yo vi su amor. Lo ví. Ví su ternura, la que ahora le prodiga a mis hijas. Lo vi orgulloso de su estirpe. Lo ví mirándome de reojo, queriéndome como sabe y desde su yo más profundo. Lo escuché diciéndome, mientras me miraba con un poco de vergüenza: “Yo también estoy bien”.

Quizá es un poco tarde, pero el coraje, la ira que sentía contra ese otro hombre que tuvo una relación extramarital, que en dos ocasiones me destrozó, no me dejaba ver ni recordar a este otro hombre bueno, inteligente y cariñoso que un día se me perdió de vista.

No lo excuso. De eso no se trata. Lo recobro total, con lo bueno y lo malo.
He tardado mucho tiempo en recobrar al compañero, y aunque nuestra relación siga pendiendo de un hilo que con seguridad terminará rompiéndose, hoy me lo permito. Aún conservo una carta que le escribí pero no le entregué este año, dicéndole que lo extrañaba y otra que me escribí a mi misma dándome permiso para amarlo. Antes no me lo permitía porque allá abajo en el subconsciente pensaba que si le amaba después de todo lo que había sucedido, me  traicionaba a mi misma. Ya no pienso eso.

Sucede que al fin, aprendí.

Lo increíble de todo esto es que los milagros se reproducen como el pan y los peces.

Encontrarme con el amor de ayer, sin yo buscarlo ni perseguirlo, sanó la herida. Era tan simple como esperar a que pase el tiempo, a que se diera el momento correcto. También era tan simple como “prestarse” para que pase. Aceptar que todos nos equivocamos. Dejar de huir del dolor, mirarse los raspazos recibidos y atenderlos uno a uno. Limpiar las llagas y no seguir sacándoles la cascarita para que vuelvan a sangrar. Aceptar que ya basta de la batallas. Que él fue otro y yo fui otra, pero que aún nos tenemos. Que ahora sólo me importa su amor de padre hacía mis hijas. Que fue y aún a veces sigue siendo un cabrón y que no soy yo quien va a cambiarlo, la vida se encargará de eso como se encarga de todos los que no aprendemos. Lo quiero aunque el amor de ahora es diferente al que un día me unió a él. Que no voy a buscar ni a reclamar nada, que sólo recibo y doy lo mejor.

Hoy mi hija Fer se levanta temprano y me da mis besos de buenos días. Le pregunto si va a ir con su papá a misa.
"NO"- me contesta con convicción-.
Esa no quiere ir a misa ni a empujones. Es bruja, pero bruja, bruja. 

De la nada, se me queda mirando y se sonrié. Entonces, se saca de la manga el siguiente comentario:


Mamá, si Dios hizo el domingo para descansar, tengo que obedecerle, no?


Nació sabia.


A.


P.D.  Te dije que saldrían fantasmas...



       




Septiembre








tengo un lastre
que me hala a la oscuridad

tengo tu nombre
y un triple salto mortal

un corazón que late solo
qué triste su melodía
qué vana su canción

soy el hueco fecundo
de un sueño,
tu pesadilla

muestro mi mejor cara
del  retazo  social
soy fragilidad 
y lo sabe la madrugada

te nombro a solas
y te sé en mi boca

DUDO

temo

DESEO

luego no deseo

soy siamés
del hastío
hago pequeña nuestra lejanía 
y secreta nuestra soledad

busco la ruta
hacia la noche 
y su maltrecha oscuridad

senderos de plata 
de mi luna
hasta  tu mar

...

que te parta un rayo
en/dos
o  la muerte te bese 
mientras duermes

que confundas tus pasos 
que el viento sofoque tus suspiros
y el sol te queme el alma

que mueras pronto
suave y sin dramas 

que vuelvas a mi
para vivir en solitud

fecundes mi desnudez
acompañes mi fantasma...


A.




amoryotrosmasoquismos@gmail.com
(sin asunto)
Alex G
a usuario
hace 9 minutos
Detalles
tengo un lastre
que me hala a la oscuridad
y muevo caderas
por mandato general

un corazón que late solo
qué triste su melodía
qué vana su canción

soy el hueco fecundo
de un sueño,
tu pesadilla

muestro mi mejor cara
del  retazo  social
soy fragilidad 
y lo sabe la madrugada

te nombro a solas
y te sé en mi boca

DUDO

temo

DESEO

luego no deseo

soy siamés
del hastío
hago pequeña nuestra lejanía 
y secreta nuestra soledad

busco la ruta
hacia la noche 
y su maltrecha oscuridad

senderos de plata 
de mi luna
hasta  tu mar

que te parta un rayo
en/dos
o  la muerte te bese 
mientras duermes

que confundas tus pasos 
que el viento sofoque tus suspiros
y el sol te queme el alma

que mueras pronto
suave y sin dramas 

que vuelvas a mi
para nacer en solitud

fucundes mi desnudez
acompañes mi fantasma.