Heridas
Crecí siendo católica, apostólica y romana, sin embargo no creo en los milagros. Asistí en mi niñez a educación religiosa y leí la Biblia hasta el cansancio. Sin embargo, la palabra de Dios me sigue sonando en arameo. Sencillamente, en el cristianismo que me a mí me enseñaron existe una disciplina que en mi no cabe.
Jesús me cae bien. Es un gran maestro para entender lo que es el perdón, la generosidad, la entrega. Pero eso de convertir el agua en vino y de resucitar a los muertos, no se lo creí nunca. Ni a él, ni a nadie.
Yo concibo de otra forma los milagros, los cotidianos, los que no llegan con trompetas, visiones, ángeles, o llantos desgarradores. Reconozco aquellos que son el resultado de coincidencias entre el tiempo y el orden de las cosas. El resultado casi lógico de una disciplina emocional. De una cierta capacidad emocional que se enlaza con lo espiritual para que se manifieste ese "algo". Entonces, como por arte de magia, el milagro se nos presenta. Pero no por gracia divina, sino porque uno lo ha estado trabajando desde adentro, quizá por medio de la oración, la meditación diaria o lo que fuera, desde hacía tiempo.
Sin duda la disciplina en el desarrollo de una conexión afectiva (de energía) con algo -lo que sea- abundancia, creatividad, relaciones de familia, de pareja, con los hijos, dan como resultado ese "algo" que hace "click" y de repente lo trabado se destraba.
También tiene que ver con uno, bueno, todo tiene que ver con uno. Es difícil perdonar si antes no nos perdonamos, ni amar sin antes no nos amamos, suena sencillo, pero no lo es.
Mucha gente confunde "amarse" con "ser egoísta" y "perdonarse" con no ser estricta con una misma, con no ser consecuente con nuestras palabras y nuestros actos, con dejárselas pasar. Y no es lo mismo.
Por ejemplo, yo. Ayer presencié uno de esos milagros cotidianos. Simplemente iba de compras con mis dos pequeñas para los outlets a comprar zapatos. De la nada, se aparece mi aún pareja, lo noté ansioso. "¿Quieres venir y me acompañas a comprarles zapatos a las niñas?" -le pregunté. Intuía su negativa pero no hice nada más. "Me cambio de pantalones y me voy contigo"- respondió. Y se dio el milagro.
Quizá parezca algo muy común en un matrimonio, pero no es mi caso, créanme.
De repente, andábamos él, mis hijas y yo, hablando, bromeando, pasándola bien. Se nos unieron un par de amigos y sus dos bebés. Debo confesar que me sentía un poco extraña, luego de nuestra separación, del overdose de la situación, de incontables historias de desamor mediante las cuales, yo, sin darme cuenta, me culpaba para corregir el abandono del que me sentía víctima; después de tantos años de coraje con él porque salía con otras mujeres, porque nos dejaba solas con tal de irse a perseguir sus "metas" (como él les decía) y porque, inclusive, lo hacía por nosotras. Qué rabia me daba escuchar eso!- ahora andaba con él.
Lo observaba cuidando a sus hijas, besándolas, amándolas. Empecé a recordar detalles similares de él conmigo. Llevándome a donde hacían pan de horno, para que a mí se me quitara el antojo, auxiliandome cuando no podía pintar las uñas de mis pies, escribíéndome cartas mientras trabajaba afuera, presentándome con orgullo a sus jefes y amigos, "esta es mi esposa" con una sonrisa que se mordía la cola.
Esta vez, el asunto fluía. De repente, me escuché diciéndole. “Estoy bien. Por primera vez en mucho tiempo no hay una crisis rondándome. Mis hijas están felices, lo poco que tengo lo administro bien. Mi trabajo me llena. Me siento querida, por nadie en particular, pero querida. Estoy bien, al fin bien.”
El me miró complacido. Miró a mis hijas jugando, las contempló con una ternura que yo nunca le había visto en los ojos. A él siempre le dan trabajo los afectos. No sabe cómo amar bien a la gente. Le da trabajo. Me imagino que porque no sabe muy bien cómo quererse a sí mismo.
Pero yo vi su amor. Lo ví. Ví su ternura, la que ahora le prodiga a mis hijas. Lo vi orgulloso de su estirpe. Lo ví mirándome de reojo, queriéndome como sabe y desde su yo más profundo. Lo escuché diciéndome, mientras me miraba con un poco de vergüenza: “Yo también estoy bien”.
Quizá es un poco tarde, pero el coraje, la ira que sentía contra ese otro hombre que tuvo una relación extramarital, que en dos ocasiones me destrozó, no me dejaba ver ni recordar a este otro hombre bueno, inteligente y cariñoso que un día se me perdió de vista.
No lo excuso. De eso no se trata. Lo recobro total, con lo bueno y lo malo.
He tardado mucho tiempo en recobrar al compañero, y aunque nuestra relación siga pendiendo de un hilo que con seguridad terminará rompiéndose, hoy me lo permito. Aún conservo una carta que le escribí pero no le entregué este año, dicéndole que lo extrañaba y otra que me escribí a mi misma dándome permiso para amarlo. Antes no me lo permitía porque allá abajo en el subconsciente pensaba que si le amaba después de todo lo que había sucedido, me traicionaba a mi misma. Ya no pienso eso.
Sucede que al fin, aprendí.
Lo increíble de todo esto es que los milagros se reproducen como el pan y los peces.
Encontrarme con el amor de ayer, sin yo buscarlo ni perseguirlo, sanó la herida. Era tan simple como esperar a que pase el tiempo, a que se diera el momento correcto. También era tan simple como “prestarse” para que pase. Aceptar que todos nos equivocamos. Dejar de huir del dolor, mirarse los raspazos recibidos y atenderlos uno a uno. Limpiar las llagas y no seguir sacándoles la cascarita para que vuelvan a sangrar. Aceptar que ya basta de la batallas. Que él fue otro y yo fui otra, pero que aún nos tenemos. Que ahora sólo me importa su amor de padre hacía mis hijas. Que fue y aún a veces sigue siendo un cabrón y que no soy yo quien va a cambiarlo, la vida se encargará de eso como se encarga de todos los que no aprendemos. Lo quiero aunque el amor de ahora es diferente al que un día me unió a él. Que no voy a buscar ni a reclamar nada, que sólo recibo y doy lo mejor.
Hoy mi hija Fer se levanta temprano y me da mis besos de buenos días. Le pregunto si va a ir con su papá a misa.
"NO"- me contesta con convicción-.
Esa no quiere ir a misa ni a empujones. Es bruja, pero bruja, bruja.
De la nada, se me queda mirando y se sonrié. Entonces, se saca de la manga el siguiente comentario:
Mamá, si Dios hizo el domingo para descansar, tengo que obedecerle, no?
Nació sabia.
A.
P.D. Te dije que saldrían fantasmas...
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Ale!
ResponderEliminarBesos ♥
Lili! :)
EliminarMuacks.
Esas situaciones no deben confundir
ResponderEliminarPero son deseables y sanas
Estas, mis palabras. Son la prueba inconfundible de que en las relaciones humanas, voy avanzando. :)
EliminarUn beso, Oscar.
No se puede ser más especial.
ResponderEliminarUn abrazo, cuidate y vuela alto.
Te beso.
Tú siempre bueno conmigo, muaaack
EliminarNo es bondad
Eliminareres especial
Es que la inteligencia emocional hace milagros. Nunca lo dudes. Y Dios también, tampoco lo dudes.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
No, no lo dudo Sara.
EliminarGracias por estar.
Un beso.
Ayúdate y Dios te ayudara.
ResponderEliminarBesos
Eso se dice Chaly, eso se dice.
EliminarMe gusta mucho el tuyo.
ResponderEliminarhttp://anna-historias.blogspot.com.es/2016/09/muerte.html?m=1.
Gracias por pasar por el blog tuve un error y se me borraron todos los comentarios que habia en algunas entradas que mal verdad.
Si sento si en alguna no te respondo por lo que ya te comentado
Gracias.
EliminarA las cosas suceden en forma inexplicable es a lo que le llamamos milagro ¿no?
ResponderEliminarLo del agua en vino... quizá sucedió.
Un beso grande
Si, Alex. A esas cosas les llamamos milagros, sobre todo para quien ha visto el mismo comportamiento por años.
EliminarLo del agua en vino... si, quizás.
Gracias, otro beso.
Eres sabia, los genes se heredan.
ResponderEliminarQué bonita historia, pero sobre todo, qué bien estás por dentro!
VIVES y lo celebras cada día.
No quisiera contradecirte mi querida María, pero no es que yo sea sabía, la vida es una excelente maestra, y a mi me ha enseñado con cursos intensivos, de esos de alto impacto, ja ja.
EliminarGracias por ser y estar.
Un beso grande, grande.
Hola paso de visita por tu blog y me parece muy interesante. Preciosa la reflexión de tu hija y si se piensa muy cierta.Saludos
ResponderEliminarGracias por pasar, Nany. Mi hija a sus casi cinco años hace lo que sea por salirse con la suya.
EliminarSaludos.
Milagros, milagros. Citando a un gran autor:
ResponderEliminar'Los milagros son uno ssucesos con unas posibilidades tan remotas de que lleguen a producirse que prácticamente resulta imposible que acaben dándose. Y aún así, en cada apareamiento humano, mil millones de espermatozoisdes compiten para llegar a un solo ólvulo. Multiplica esas posibilidades por las innumerables generaciones que ha habido de seres humanos, por las posibilidades de que tus antepasados se vieran, se conocieran, engendrasen a ese hijo y a esa hija exactamente hasta llegar a tu madre, que se enamora de un hombre al que tiene todas las razones del mundo para odiar y de esa unión, de los miles de millones de de niños que compiten para llega a existir fuiste tú, sólo tú la que surgió.'
Todos somos un milagro cotidiano, me parece ^^
Lo somos, Holden.
EliminarDespués de semejante planteamiento habrá quien lo dude.
Gracias por tu visita.
Besito.
Para eso estar el vivir para superarte di que si.
ResponderEliminarBesitos
Vivir, caer, romperse y aprender... Si, Inma.
EliminarBesitos igual para ti.
No tienes menú del blog...mejor mándame el enlace por fis....
ResponderEliminar=))))
Entendido y anotado.
Eliminar:)))
Es un suertudo y es afortunado.
ResponderEliminarNo quiero decir más.
Beso envidioso
muassx
S
La envidia sabe a aceitunas. (Siempre he pensado eso, no sé porque).
EliminarMuacksx
Me encantan las acritunas y me encantas tu. sabes?
ResponderEliminarmuasxx
Amante de los martinis, era obvio. Con usted no puedo, sabe?
EliminarGracias por visitarme.
Muuuuuaaaack!
Lo primero, tienes que hacer una entrada sobre la envidia que sabe a aceitunas, jajaja. Lo segundo, disculpa mi tardanza en comentarte. Te leí varias veces, pero mi relación con los temas de Dios es francamente ambigua. Y no creo en los milagros, sino en las casualidades.
ResponderEliminarTambién creo en los cambios de actitud, en los remordimientos, en los análisis y en las cualidades ocultas de las personas.
Y creo en la sorpresa, en el error y en la subjetividad.
Y creo en el teatro, en la tragedia y en la comedia.
Y creo, porque no me queda otra, que soy creyente. Al menos de lo que creo.
Un beso (creo). :-)
EliminarJajaja, creo que serías tú el único que leerías el porqué imagino que la envidia (si tuviera sabor), sabría a aceitunas. Supongo que las relaciono por el sabor amargo que poseen antes de la maceración, no sé.
Yo creo en Dios (desde pequeña me adoctrinaron para creer) y con frecuencia le solicito audiencia para pelear con él. Solo que mi Dios es muy diferente a aquel que nos han vendido. Tal vez esto pasa por confundir creencia con espiritualidad. En fin...
No tengo nada que perdonar, comenta cuando puedas y quieras, siempre estaré encantada de saber tu opinión.:)
Un beso (con certeza).
Dicen que si perdonas una infidelidad ya te perdiste, vendrán mucha más a perdonar hasta que te cansas. Cortas por lo sano. Entonces descubres al hombre diferente que nunca viste porque lo mirabas con amor.
ResponderEliminarYo también digo que el domingo es pa' descansar.
Un abrazo
Si, eso dicen, Malque. Sin embargo no es mi caso, yo sólo no permito que algo que está fuera de mis manos, me siga haciendo daño.
EliminarTerminarán por convencerme. :)
Un beso.
Bueno, un texto revelador a alma abierta para ti y para quienes accedamos a el. Que en última instancia vendríamos a ser lo mismo…
ResponderEliminarY una confirmación clara de que los “milagros” existen… Dejando a Dios fuera del asunto, claro!
No sé, o sí, si la multiplicación de los panes y los peces y el resucitar a los muertos sucedió en aquel tiempo. Pero puedo afirmar, por haberla leído bastantes veces, y otras consideraciones, que la Biblia, en su mayor parte, es pura alegoría… ¡y lo sabes! Y por ello es plausible que, si no sucedió, suceda a cada instante… Por lo de los “milagros” señalados.
Gran maestro sí! Pero de la vida entera. No de la que intentaron enseñarte de niña. Además, para enseñar hay que saber, y si algo queda claro hoy es que la iglesia como tal no sabía…, ni sabe. Más allá de sus propias creencias.
Así es, A ¿A de amiga?, lo dejaremos así :) Cuando sucede el “click” todo se destraba… Para ejemplo, el relato que haces de una parte de tu vida. Es entrañable en sí. Denota una gran madurez y un largo camino recorrido, si no en tiempo sí en coste emocional. El repaso que haces de detalles vividos entre ambos dice de ti lo que realmente eres… y es él también, salvando ese trabajo que le cuesta realizar por los afectos. No es el único. Y seguro que hay causas personales para ello.
¿Tarde?... ¿Quién sabe? Como bien señalas las cosas suceden. “Reconozco aquellos que son el resultado de coincidencias entre el tiempo y el orden de las cosas. El resultado casi lógico de una disciplina emocional. De una cierta capacidad emocional que se enlaza con lo espiritual para que se manifieste ese "algo". Entonces, como por arte de magia, el milagro se nos presenta. Pero no por gracia divina, sino porque uno lo ha estado trabajando desde adentro, quizá por medio de la oración, la meditación diaria o lo que fuera, desde hacía tiempo.”
Reproduzco estas palabras sin el más mínimo ánimo o intención, ¡cómo no!, de apoyar cualquiera que sea el camino que tome tu vida. Es, sencillamente, porque son tuyas. Y por su naturalidad merecían otra vuelta al ruedo.
Sí, así nació, así nacen hoy en día. De tal semilla tal fruto.
¿Acaso puede dar un manantial agua dulce y agua amarga al mismo tiempo?
¿Puede una higuera dar aceitunas y una vid higos? Así tampoco un manantial de agua salada puede dar agua dulce. (Santiago 3, 11-12)
Un abrazo, A.
Ernesto, bienvenido!
EliminarGracias por tomarte el tiempo para leer y comentar.
Comulgo contigo, la iglesia dejó de ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo podía sentirse acogido.
La A. es de Alejandra, mi nombre real. Pero la "A" de amiga, me gusta. :)
Como a todos supongo, la vida me ha dado lecciones, y aunque quizá no he aprendido lo suficiente, algo he avanzado y espero seguir haciéndolo.
Gracias otra vez por tu precioso comentario.
Un beso.
Y es que lo dificil no es perDonar sino perDonarSe.
ResponderEliminarUn placer dedcubrir tu Isla!
Mi abraZ☆
El placer de tenerte aquí es mío, AtHeNeA.
ResponderEliminarGracias por pasar.
Un beso.