De profundidades


Me paso obligándome a ignorar la realidad evidente de que escribir esto es reconocer que llevo a rastras demasiadas guerras, demasiados combates que nunca acaban. 
Pareciera como si apenas despertara del sueño que me ha tenido ensimismada dentro de una seguridad innocua que me paraliza en la rutina.

A veces me pregunto con temor a responderme si de tanto pensar, de tanto sentir, de tanto buscar la felicidad más brutal, he caído al vacío. Si por cobardía disfrazada he huido de mi misma buscando en la distancia entender desde otra perspectiva lo que la vida a golpe de fracasos se empeña en mostrarme, como aquellos lienzos que sólo en la distancia es posible entenderlos. Como si sólo alejándome de lo que soy podría adquirir un conocimiento que no me sería posible alcanzar de otro modo.


Empiezo a temerle a la nada, a la insensibilidad que va rodeando mis contornos y cubriendo mis ligamentos con cemento. A veces, también temo a mis propios pensamientos, a los más recónditos de mi alma,  a las tinieblas de mi propio ser.



Me aterra la capacidad que voy adquiriendo de verlo todo tan natural, me asusta que de pronto no sienta absolutamente nada, nada concreto, nada palpable, nada intenso.

Porque honestamente la pasión esa que tanto me carcome, últimamente se ha aletargado.





Conozco la sensación, sabes que conozco de sobra la sensación... 

Algo duele… sin duda alguna, algo aquí adentro duele y libera al mismo tiempo.



Cuando se ha peleado por mucho tiempo, cuando uno ha pasado la vida tratando de mantener a raya a esos fantasmas que a zarpazos se empeñan en hacer girones los sueños, inevitablemente cedes a la terca propensión de sentir que por más que te resistas y luches el único resultado es el fracaso y un corazón yermo y baldío. 


Vivo en una constante posición contradictoria, porque la derrota o el sentimiento de fracaso que algunas veces me invade, pueden derivar en un estado de melancolía que, puede llegar a ser a la larga el más dulce de los sentimientos. Chocando así de frente con la realidad de que mi corazón aún late y está lleno de palabras, lleno de amor, de auto reconocimiento, de silencios necesarios, de rutina y fracasos. Y que con todo y las heridas, enfrenta la vida omnipotente... Con todos los sueños al vuelo.





2 comentarios:

  1. El fracaso consiste en permanecer quieta y hacer como que no existe la necesidad de amar. Ama. Ama de verdad. Empieza por ti misma. Si es amor de verdad, el fracaso no se contempla. ¿Hay alguien más digna de amor, que quien sabe amar de verdad? Amate a ti misma, y después haz lo que quieras.

    ResponderEliminar
  2. Agradezco tu visita y tu comentario.

    Verás anónimo, yo amo de manera descomunal a pesar del enorme temor que me invade cuando me enamoro.
    Porque así enfrento mis fobias, obligándome, como una persona con vértigo que se une a un escuadrón de paracaidistas. Y si es verdad que por un tiempo me olvidé de amarme, también es verdad que me he vuelto a gustar, me gusto mucho, lo suficiente para no querer cambiar por nada ni nadie, para no tener resoluciones que conlleven nada más que amarme más y mejor.

    Un beso.

    ResponderEliminar

¿Y el tuyo?