Aprendí a leer y a sumar desde muy pequeña. Cosa que mis padres utilizaban como "tema de conversación" cuando alguien nos visitaba. Preguntaban cuanto eran dos más dos y me mostraban una paleta, yo contestaba y entonces volvían a preguntar con cantidades diferentes y nuevamente me mostraban la paleta. Por fortuna para ellos entre los tres y cuatro años de edad no eres capaz de descubrir que eso es un vil chantaje, que sino no hubiese respondido a ni una suma más.
Después mis hermanas se empeñaron en que aprendiera a restar y todas las tardes se daban a la tarea de enseñarme. No aprendí a hacerlo, creo que desde entonces me resistía bestialmente a perder. Así que tarde tras tarde me enfermaba. Me daba un dolor de barriga terrible, ahora entiendo que eso era una reacción alérgica a "dejar ir". Así que si algo aprendí de las restas, fue a mentir.
Sé que suena sectario y que huele a fanatismo y que encima yo tengo fuertes tendencias a la adicción, pero esto es diferente. En mi caso tiene que ver con que siento que me revelaron la clave para entender a muchos de los hombres de mi vida.
Las historias de nuestra vida permanecen porque quienes las vivieron las mantienen latentes de alguna manera. Y a mi me cuesta soberanamente dejarlas morir.
Los cambios son mis malas costumbres, mi rutina es el caos, mis principios son meras continuaciones de finales incompletos, son simulaciones de abandonar una estabilidad que nunca he alcanzado quizá porque sencillamente no me cabe en el carácter.
Amo la pasión, me es necesaria la intensidad y quizá esa búsqueda constante por la pasión y la intensidad me ha hecho una desarraigada de la vida.
Poseo la ventaja o desventaja del desapego, desapego de casi todo, de las cosas, de los lugares, de los planes, de las fechas, del dinero. Aunque mi desapego a ciertas cosas es inversamente proporcional a mi apego a otras. Tengo una afición por lo amores, por los recuerdos, por los sentimientos, por las sensaciones, por la nostalgia, tanto que tardo en descubrir que todo ha cambiado de repente, o que quizás lleva tiempo cambiando pero como a veces paso de bregar con las cosas por falta de ánimo o de paciencia termino dándome cuenta de todo de sopetón, como si llevara meses anestesiada.
Quiero aprender a vivir con y no de mis recuerdos. A no anclarme a ningún momento de mi vida y dejar de enamorar a quien no quiera enamorarse. A dejar atrás aquellos sentimientos que lastran mis días y a cuidar de aquellos, los más desprotegidos, los que a veces tienen frío y necesitan que alguien les toque la cara y les arrope con una chaqueta vieja a cuadros. Quiero aprender de todos los pedazos que aún conservo vivos en mi, dejarles vivir lo que no pudieron cuando no sabía ser pequeña... Dejarles salir a sumar con los recursos de una mujer que no sabe restar...
Crecer sin perder.
A.