Dice que sabe de demonios, de noches infinitas, de abismos que nunca cesan, de huecos que nunca cierran, de habitaciones diminutas, de corazones ajironados, de remiendos, de mundos donde no existe la orfandad, de submarinos y de aviones, de pentagramas silvestres, de claves de luna, de exorcizar intrigas, de lamer heridas, del plumaje de mis tobillos, del reverso de mi piel.
Dice que sabe de lágrimas, de las pequeñas, las intensas, las inmensas, de las mías. Qué sabe de vuelos sin escalas, de momentos fermentados con miradas, del olor a tierra mojada, a hierba sesgada, del sol sostenido, de suspiros remendados, de la costura de mis labios.
Dice que sabe del fotograma que la vida le ha hecho a mi pecho, del ritmo de mis latidos, del tamaño de mis miedos y de esos que sin pertenecerme hago míos.
Me repito que no son maneras, ni son horas, que es mal momento, que no lo conozco, y además no es mi tipo. Pero...
Él es hora exacta, momento ideal, el de siempre, él no es por mi... sino conmigo.
Y yo soy toda, siempre, entera, yo.
A.