Lejos de qué, cerca de quién...











Te extraño una tormenta, un campo rojo de amapolas,  el llanto de un niño en extravío.

Te extraño un horizonte, un otoño con sus bronces y sus dorados.
Aquí. En mis ojos. Y en tus manos.

Te extraño la suma de las quietudes de todos los universos, te extraño el poema que nunca escribo, te extraño en los confines de mis ganas, y en los azules que en tu pecho yo respiro.

Te extraño la historia, como la historia, como letra violando la época y que negándola le pone nombre, nos pone nombre para que esa estela invisible entre nosotros, más real que nosotros mismos se rompa y se desborde. Te extraño en desvelo, así te extraño, en categorial y en relativo, sin método, ni revolución sin sentido.

En un buen momento, así te extraño, sin democracias liberales, ni decretos relativos. Ácido como anarquista justificando a la amargura es mi extrañar, como uno de los pocos buenos de Hahn. Te extraño como a Herman y sus ballenas asesinas, a Poe y sus corazones delatores, a José y sus cegueras colectivas.

Te extraño un disparo en la frente, como los delirios de Baudelaire, sigilosamente, entre el ocaso y el amanecer. Te extraño tanto como extrañaría los versos muertos. De las heridas que fueron. De las que vendrán. De las que siguen siendo.

Te extraño públicamente y en secreto, como una primavera a destiempo, un beso inesperado, o la libertad serena de un verso suelto. Como un electrón suicida buscando el constante movimiento, como ese dulce temblor que hiere y no es eterno.
Como debiera extrañar el
perderse en los ojos del otro, perderse bien lejos. Sin rutas. Solo encuentros.

A.





Adagio






Dos es un número defectivo

perverso, complicado

sin margen de error.

No parece multitud

pero lo es.

Demasiadas ausencias.

Demasiadas despedidas.

Errores matemáticos

difíciles de resolver.

Es un número sediento

un número con frío.

A veces gigante

a veces infinito.

Dos es un cuenco vacío

una cicatriz en vivo

relojes sin arena

paréntesis sin nada explicativo.

Un sismo sin escala

un pájaro sin alas.

Es un enemigo retórico

juicio sin apelación.

Es dolor que no enseña...

Garfio que se engancha

en la frontera del olvido.



A.