en caída libre








Qué difícil se me hace poner palabras a mis sentimientos... hoy sólo puedo cerrar los ojos, enmudecer y con tu eco, sentir... sentir con el alma!







Llevo muchos caminos recorridos y no restaría ni uno sólo de mis pasos, carreteras con baches, largas rectas, curvas interminables, días con sol, lluvia y claro de luna. Siempre tratando de sortear las piedras grandes, las hierbas altas, retando mis capacidades...

Pero a veces la vida nos coloca sobre brechas intransitables, y nos obliga a caminar por lugares oscuros, sumergiéndonos en pantanos profundos, con la única opción de enfrentarnos con lo peor de nosotros mismos.
No han sido grandes días, esperaba que todo fuera perfecto y lo único que hice fue atascarme. 
Pero poco a poco salgo del charco, comienzan a fluir las cosas. Atrás quedaron los silencios insufribles, y las brutales luchas internas. Resulte lo que resulte seguiré como hasta ahora, amando mi vida. 

He comenzado por simplificarlo todo, rodearme de mis pocos y grandes amigos, de esos que es fácil distinguir cuando realmente te encuentras solo. Hermanándome con la oscuridad que a veces me envuelve, meditando sin importar si lo hago bien o mal, sólo escuchándome, sólo observando ese enorme hueco que hoy por hoy ilumina todo mi ser.

Asumo que hoy camino sin rumbo alguno, y aunque el tiempo apremia, ya no hago planes, ya no hay fechas anotadas, sólo sé que llegarán esos días... sin planificar nada, sin querer controlarlo todo, vestida de soledad sin más abrigo que mi propia piel, buscando calor y cobijo en mi intuición, esa que es tan prodigiosa, sin exigencias, sin buscar la perfección y aunque suene a paradoja... en espera a que mis pasos los guíe la vida.


A.

Alambique






Un impulso le provocó ponerse de pie, interrumpir sus ermitañas y cotidianas actividades y salir de casa.
Salía con la esperanza de sentipensar esa vida que la abrumaba y quiso detenerse a mirarla. 

Salió. Sintió la noche. 


Aunque recién llegaba el otoño,  el frío de la ciudad insinuaba que sin tardanza llegará el invierno. Pensó en él y en su continuas sugerencias de abrigar sus pies fríos. 

Recordó sus palabras y se preguntó el por qué ninguno de los que tuvieron el arrojo de amarla recordaban ese detalle, y él lo tenía siempre presente aún sin haber compartido su cama, aún sin respirarla.

Sintió temor.


El ámbar artificial pintaba la calle; la calma del andador donde caminaba, silencioso; el ruido y la luz de las casas que la miraban, murmurando el final de un día que culminaría con el tradicional reclamo del por qué no le tocó ser una mujer mas fuerte, menos escandalosa, con menos carne, con menos boca, con menos años, con menos líos, con menos decibeles, con menos opiniones, con menos actitudes, con menos revoluciones dentro... con menos de ELLA.


Pensó en el desastre de su vida;

la lentitud del futuro que cómo tardaba;
la esquina del sitio donde su gato fue atropellado hace un mes;
el poco dinero en su cuenta;
la vida que la abrumaba. 

Se detuvo en el lugar donde alguna vez caminó con él. 

Una madrugada fría, virgen, sin sol ni gente. 
Recordó su andar veloz, desesperado, esperanzado y ansioso de poder volver a verlo por fin. 
Después de tantos días de ausencias distanciadas; de tanto extrañarlo; de tanto amor guardado.

Hoy, después de varios meses, tenía la fortuna de no extrañarlo tanto.


Lanzó un suspiro y la luna adivinó su clamor contenido. 


Entonces pudo admirar el sonar del viento, 

el silencio en su cabeza, 
y el palpitar de su corazón vivo.


A.