ExHibicionismo







Mujer, tres hijas, un trabajo a la medida, un auto viejo, una bicicleta descompuesta, un sueño desgastado. Odio al silencio como los curiosos a las ciudades vacías. Un amor lejano en tiempo, posibilidad y espacio. Unas ganas inmensas de volar y muy pocas de aterrizar. Un hermano, dos hermanas, tres extensiones de mi. Un horizonte plano, desértico y árido. Unos celos crónicos, la soledad y su metástasis. Un sobrino. Mi vientre que otoña y un ombligo que se viste de adviento. Traductora de cuerpos, descifradora de engaños. Una gata. A veces... perra. Aficionada a las palabras. Contadora de lunares. Catadora de labios y coleccionista de besos. Insufrible como amiga. Libre ante el volante, deficiente ante el dolor. Astuta, precavida. Alérgica al protector solar. Una gata: Elizabeth. Bella. Observadora. Dramática. Contradictoria. Odio las corridas de toros, pero me encantan las posturas de los toreros. Residente de fronteras, depredadora de lugares solitarios. El niño que nunca me habitó. El último de la fila, Queen, acostumbrado a perder y si tu no estás aquí. Me gusta el Jazz y Mafalda. Me pierde el sonido del saxofón y mis oídos se declaran pornográficos. Peligrosa en períodos largos sin comer, paciente, muy paciente con los niños. Mil dudas. Una certeza, Dios. Unos zapatos rojos, 15 cm. Un escapismo derrotado, calculadora en mano y tres tarjetas simbólicas.
Reforma a temporadas y la piel fuera de moda. Cordura intermitente, el número siete, necesidades felinas. Grosella. Son de Mar, las libélulas. Días grises, tardes húmedas. Los árboles, las parejas de ancianos. El frío.
El color negro, el miedo, que es lo último que se pierde. 
Morena, labios descomunales. Rizos, tequila, deliro por las cicatrices. Pies, manos y aromas. Canela, elefantes y las plumas. Tauro, día jueves y el mes de Julio. Los gatos, el café recién hecho, y las tazas grandes. Las barbillas de los hombres y la música mientras me baño. Las fotos blanco y negro, hacer garabatos. Las plumas fuente y el papel en blanco. Las sábanas limpias y el olor a lavanda. Las fresas, el chocolate, las fresas con chocolate.
Mis ojos y los abrazos. El viento en mi cara y las plumas de las aves. Las marcas, los zurdos, los mojitos. 
Reconocerme...

Reincidencia

Tú y una voluntad de acero para seguir Amando la vida...

En estos días, he estado recordando un episodio que marcó mi vida. Es curioso que la memoria guarde, de entre tantos momentos malos que hemos vivido, un hecho en particular, que a lo mejor no es el más importante, ni el que más dolor causó, pero sí el que se queda para siempre en el alma, y se revive a cabalidad aún siendo ya  mayores. Lucho bestialmente para evitarlo (y confieso que casi caigo al vacío), pero a veces pienso que la vida urde sus trampas para que yo no encuentre asidero posible.
Otras tantas pienso que sólo está retando mi gravedad y resaltando mi incapacidad de encontrarme el centro, porque detrás de mi ombligo presiento que sólo tengo un eco triste.





Miro hacia atrás en el tiempo, y creo que puedo asegurar que es el camino el que nos escoge a nosotros; la lucha te atrapa aún si no tienes abierto el corazón o te rehusas a vivir en guerra.


A.