Refugio






¡Por qué me visitas hasta ahora! Me tienes abandonada. ¿Dónde te metes durante el día?
Espérate y espérate y tú nada que llegas. ¿A dónde te fuiste?

Cómo es ese lugar a donde te desapareces cuando te pones a pensar en cosas. Se me figura que es muy lejos, que no hay quien te conozca y ni quien se atreva a interrumpir tus pensamientos.
Y está bien, así es como naciste, tú siempre en el desapego. Has notado que cuando te hablan por mucho tiempo, te ausentas en tus pensamientos y dejas a la gente hablando sola, y que cuando contestas es bien poquito, ay mija, pero yo ya ni te lo tengo en cuenta, y ni sufro ni me acongojo. Porque sé que vuelves, siempre vuelves. Por eso todos los días riego los geranios que están el patio y barro la banqueta hasta dejarla bien limpiecita y oliendo a tierra mojada como a ti te gusta, o te gustaba... Ya ni sé, mija.

De tanto soñarte, ya hasta te hice ojo. ¿No te ha dolido la cabeza? Recuerdo que de niña te daban esas migrañas malditas que nadie conseguía mitigar, hasta que vomitabas. Y es que eras tan bonita, que yo más bien pienso que la gente de tanto mirarte te hacían mal de ojo. Ve tu a saber, el poder que tienen algunas miradas.

Cuando limpio el huerto siempre dejo algunas hojas secas para que las pises y crujan como cuando te tronabas los deditos. Limpio el huerto cada semana, quiero que lo veas bien chulo, que lo encuentres sin la basura que los árboles dejan cuando se han cansado de dar frutos. A veces lo hago de noche, pero no me gusta porque el perro del vecino ladra tanto que me aturde los oídos. Perro escandaloso, yo ni caso le hago, y sigo barriendo.

Algún día has de volver, pequeña. Ya nadie te dirá así, y aunque ya seas una señora hecha y derecha, para mi siempre serás mi pequeña. Y cuando vengas, se va a poner buena la cosa.
Si vieras como preguntan tus primos por ti, cada que nos vemos en algún velorio, no falta quién de la familia pregunte por ti. Yo les digo que vendrás pronto, aunque sólo Dios sabe hasta cuando te vuelva a ver. Siempre que vienes traes la cabeza alborotada con un montón de cosas por hacer. Ay mija, a veces creo que yo te hice mucho daño al decirte de niña que tu podías hacer todo lo que te propusieras. Que habías nacido con estrella, quizás si me hubiera quedado calladita hoy te tendríamos más cerca, y no estarías tan huérfana por allá y toda estrellada.

Siempre que vienes es como si fueras una persona nueva. Y como sé que traes bien prendido eso de que tu vida es tuya, y lo tuyo nadie puede quitarte. Yo mejor ya ni te digo nada.
Eso sí mija, por muy chulo que esté allá donde tu vives, ésta es y será siempre tu casa, tu casa del alma. Está muy bien que te vayas y que le busques, en esta vida, cada cual debe ocuparse de lo suyo, de sus fantasmas, de sus impulsos. Nada más no te alborotes con un guero de esos que tanto te gustan porque entonces si ya la amolamos, y ni digas nada que no, que yo ya sé cuál es tu pata de palo.
Aquí siempre estarás a buen resguardo, mija. Esta es y será siempre tu casa, para ti no hay horas de llegar. Serás siempre bienvenida, como la primera vez que volviste al mes de recién casada.


Has de volver, porque tú siempre vuelves.

Y yo no le hecho llave a la puerta de atrás.



A.