Teníamos el deseo y la necesidad de vivir , pero nunca tuvimos habilidad. Cometimos el crimen perfecto, nos matamos a nosotros mismos renunciando a nuestros sueños, y nadie hizo nada.
Hoy me da frío mirarme al espejo y descubrir más ojeras que amor propio, me asusta esta costumbre mía de recoger los reproches y guardarlos, de enterrar bajo las piedras los trofeos acumulados, de contemplar el horizonte y sentirme tierra yerma.
A veces creo que solíamos pelear tanto para poder sonreírnos en los acuerdos. Aún no olvido los pasajes del odio al sexo y de los gritos al silencio.
No es sano extrañar los malos momentos, pero cómo olvidarlos si tan buenos resultaron siendo.
Como derrumbar esos muros que secuestraron entendimiento, cuando decíamos que la distancia no era más que solo miedo.
Pero si queríamos vivir y crecer, teníamos que dejar de mentirnos.
No son tan malas las medias verdades cuando se gritan a tiempo y desde adentro.
No por callar otorgamos; pero a veces era mejor ahorrarse muchos verbos;
esos que no podía llevarse el viento.
Quizás mentir era nuestro recurso para ocultar la verdad de lo que éramos.
Te lo dije de mil miradas y ninguna la entendiste.
A.