"El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal".
Simone de Beauvoir
Llevaba un par de meses sintiéndome distinta, sin pretenderlo mi cuerpo estaba en estado de "alerta", demasiado consciente de sus sensaciones y sus procesos.
Sabía por intuición que algo no marchaba bien, pero como tengo fuertes tendencias al exceso y a la exageración, justificaba con ello mis instintos.
Siempre he sido una mujer bendecida en muchas cosas, incluso con todo y todo hasta en mi salud, sin embargo esta vez, los mensajes eran cada vez mas constantes y continuos.
La luz roja se había encendido y por más que yo lo quisiera no podía hacer caso omiso.
Los días previos se hicieron infinitos hasta los resultados. Y el pánico se había instalado entre cuero y carne.
El resultado fue también constante y continuo. Una sola palabra, sólo una, repetida una y otra vez.
En mi familia esta es una historia repetida, aunque no en todas las historias se repiten los patrones de valentía y de fortaleza.
Conmigo no fue distinto.
Muchas de ellas fueron mujeres llenas de amor que no se dieron licencia para llorar frente a nadie pero que cada noche se miraron al espejo de sus miedos, con la capacidad suficiente de abrigar otros miedos que no las pertenecían.
A eso lo llamo yo generosidad... Cosa que yo no poseo.
Y así se repite la historia incluso desde este, mi anonimato.
Tenía tiempo intentando escribirlo con ganas de imbuirme en las palabras… un poco por la nostalgia que me embriaga estos días, un poco por liberarme y disfrutar de la vida sin exigencias de tiempos, ni compromisos… por la pura necesidad de fundirme con lo que hoy por hoy siento.
Demás está decir que quienes pasan por lo mismo enfrentamos a las situaciones desde tantos puntos de vista… madres, trabajadoras, románticas, supervivientes, mariposas… demasiados frentes para un mismo corazón.
Una sola palabra que me infundió respeto y silencio. En ese mi mundo perfecto, se hizo eco lo físico… Y vuelvo a repetir, mis ganas de fundirme con lo que siento.
Siempre he creído en nosotras, me he mirado en cada una de las que se cruzan en mi camino hasta ese punto de encuentro conmigo misma, mientras destilo los miles de sentimientos encontrados… desde la debilidad más absoluta hasta los celos incontrolados, desde la alegría de vivir sólo por agradecimiento de existir hasta la lucha de egos, desde la inocencia, la manipulación… ese amor incondicional que me desarma… lo mejor y lo peor, la luz y la sombra… una danza equilibrada. Un aprendizaje importante esta inmersión en mí… de ahí mi lucha por encontrar mis recursos con todo ese conocimiento, sin la invasión de reflejos externos. Sacar toda la luz que habita mi interior para alumbrar mi propio camino… serpentear las emociones, conocerlas bien, vivirlas, aprender, romperme, crecer… un paso para atrás, dos hacia delante.