Llegas por la espalda y mientras tu mano recorre mi piel desnuda me susurras, con un tono entre imperativo y sugerente: "Ya deja de hacer eso".
Más imperativo que sugerente, como siempre, con todo. Porque ciertamente, el "ya deja" no me otorga muchas opciones, obliga, establece un vínculo jerárquico entre un nosotros que se asumen consensualmente desiguales entre sí, el opresor oprimiendo al oprimido.
Me gustaría más por ejemplo un "deberías dejar", brindándome la posibilidad de no hacerlo, respetando la autonomía de mi criterio.
El "ya deja" me hace dejarlo, y ya. Me hace dejarte, así, sin más.
A.