De sobra esta decir que esto del blog ejerce en mi una función de terapia que no puedo, ni quiero dejar escapar. Confieso que en ocasiones evito hacerlo por temor a mostrar los sentimientos en turno.
No sé si son los días estos de reflexión, de buenos propósitos, de promesas de cambio, de una tregua en la batalla de la vida para quienes somos dados a pensar más de la cuenta, en los que poseo una mayor tendencia a la observación y reflexión y que sin planearlo llegan los pensamientos y preguntas que tan sólo nosotros mismos podemos respondernos. Creo que todos en algún momento, consciente o inconscientemente, buscamos el sentido de la vida, de nuestra vida.
Cada cual a su manera. Los hay los que simplemente se dejan llevar, los que siguen lo establecido como doctrina, y los que se cuestionan “lo que debe ser”, lo que se acepta como “lo más sensato”. Hoy en día soñar es símbolo de inmadurez, de no saber de la vida. Ya lo dije una vez más no sé si en este blog, creo que la madurez está sobrevalorada. Si la madurez implica renunciar a los sueños, yo renuncio a esa madurez. Los sueños tienen que ser grandes para no perderlos de vista y renunciar a los sueños es buscar excusas para no atreverse a ser feliz. Un sueño implica una lucha, y es esa lucha la que no todo el mundo está dispuesto a librar, no es fácil ser fiel a los sueños y a aquello en lo que creemos. No pretendo adoctrinar a nadie, aunque pueda parecerlo. Toda esta incoherente reflexión tiene su razón de ser. Y es que hoy por hoy necesito creer en algo con todas mis fuerzas, aferrarme a la piedra en torno a la cual construimos lo que somos, para bien y para mal. Los locos e inconscientes son necesarios para no dejar de creer en que hay vida más allá de la mediocridad. Que cada cual elija su camino, pero que conozca las opciones y que decida en consecuencia. Hay muchos universos, pero todos habitan en este. Esta mañana leía acerca de personajes importantes en la vida pública. Esa gente que hace cosas que creemos imposibles, o que seríamos incapaces de hacer o intentar la que despierta nuestra admiración. Gente que entrega su vida por un ideal, por una creencia, por mantener viva su dignidad, una palabra tan trillada como olvidada. Gente como Malala Yousafzai de 17 años, una defensora del derecho a la educación de las mujeres convertida en símbolo mundial tras sobrevivir milagrosamente a un ataque armado de los talibanes. La adolescente vive hoy en Birmingham, en el centro de Inglaterra. Desde donde aboga por la paz y la educación de los niños, pidiendo a los dirigentes mundiales que “envíen libros, no armas” a los países pobres.
Gente aferrada a la creencia de que es mejor romperse a vivir torcido, arder que apagarse poco a poco. Esa gente es la que marca la diferencia, la que nos enseña que hay otros caminos. Son el vivo ejemplo de que por encima de nuestra insignificante condición humana, hay gestos que dan sentido a la vida. El ser humano es frágil por naturaleza, yo soy frágil y hoy en día más aún, pero también sé que es el ser humano el único capaz de mantener la llama. Capaz de lo mejor y de lo peor. Y que los sueños son necesarios porque mientras hay sueños hay vida.
Está claro que no hay sitio para que todos los sueños se cumplan, pero solo si sueñas tienes esa posibilidad. Y cada día hay sueños que se cumplen. No dejemos de soñar. Es la única manera de “sentir” que estamos vivos. Rendirse es la opción fácil. Reconducir nuestros sueños es la opción que yo elijo, los sueños mutan, pero no por ello deben desaparecer de nuestro horizonte.
No me creo poseedora de la verdad pero tengo la certeza que solo siendo sinceros con nosotros mismos podemos alcanzar la paz interior, la única que está en nuestra mano, la que hará que lo que proyectamos a los demás sea algo positivo, la que hará que nuestro paso por la vida sea algo más que un paseo silencioso e infertil.
Te lo dedico a ti, que eres mi pretexto ideal para "soñar"…
A.