Intentos





No consigo contar mis respiraciones...






... Sentirlas, me hace perder la cuenta.




Cuerda floja









Mi abuela decía que Dios prueba a sus favoritos. Llevo una semana, un mes, un año, un par de años con el presentimiento de que en algún lugar alguien tiene una muñequita vudú con los labios bien gruesos y el cuerpecito alfilereteado.
Últimamente no doy una, tomó decisiones equivocadas y pareciera que mis días pasan sobre una máquina de trotar que no me lleva a ningún lado.

En algún post he soltado pequeños secretos, detalles anodinos sobre mi vida que no tienen mayor importancia, salvo para esta mujer que escribe.

No se andar en bicicleta, no me seco después de ducharme, nunca aprendí a fumar, hasta la adolescencia fui sonámbula y mi abuela decía que era porque tenía el alma vagabunda, lo que ella no sabía (y en el fondo yo tampoco) que eso de tener  “el alma vagabunda” sería para mi una revelación vital y no meramente una suposición de su parte.

Vamos.

Un día, cuando tenía 17 años, desperté y me sentí abrumada por una profunda tristeza. Vino después de una decepción amorosa.
El caso es que fui presa de una ansiedad sin sentido. Ya lo sé, es irracional e incomprensible, pero pasó. No podía dormir.

El diagnóstico fue depresión severa y ansiedad profunda (lo siento, pero así de dramático sonaba el asunto).
Demasiado estrés, mis estudios, la vida cotidiana, la falta de redes de apoyo, y mi excesivo perfeccionismo. Lo único que faltaba es que me declararan con alguna posesión diabólica. Y a falta de exorcismos un par de pastillas y de ahí a casa.

Una era para dormir y la otra para ser feliz. La única que cumplía su cometido era la primera, pero tenía efectos secundarios. Despertar sin sensaciones. Nada.
Preferí seguir con el insomnio.
Fueron tiempos difíciles para mi y mi familia.

Lágrimas, muchas.

La vida siguió su curso, me gradué, ejercí un poco y después me casé.

Recuerdo esa etapa con un poco de orgullo y me digo que si entonces sobreviví, porque ahora no he de hacerlo.
De hecho, entiendo un poco más de la vida por esa experiencia.

Aprendí que ser positivo es maravilloso. En una atmósfera más feliz la depresión no hubiese sido parte de mi vida. No obstante, creo que vivir en una eterna burbuja color rosa también es malo. La depresión es un espejismo, pero también lo es la alegría sin bases.

Aferrarnos al momento. Estar aquí, ahora.

De ahí mi profundo rechazo a las frases de auto ayuda. Respeto mucho a quien gusta de este tipo de lectura. Pero creo que si leer un libro de auto ayuda te va a disuadir de pegarle un tiro a alguien, pues bienvenidos sean. En algún momento llegué a leerlos y no me sirvieron de mucho. En cambio la literatura común y corriente parecía aliviarme, regalarme respuestas. Cuando uno está buscando repuestas las va a encontrar en los ingredientes de la comida enlatada, o en las instrucciones de cómo montar un mueble.

Esto no es una apología a la depresión y a la tristeza. Jamás. No se lo deseo a nadie. Sin embargo, jamás resto importancia a quien pasa por ello. Después de todo nadie elije sentirse así, simplemente un día sucede.

Contrario a lo que muchas personas creen, una persona no se deprime porque "odie vivir". No. La gente se deprime porque ama tanto la vida, que quiere más y más de ella.
No quieres sumirte en esa rutina que de a poco hace mella en tu existencia.

Quieres amar como en una novela. Quieres reír hasta que te duela el estómago. Quieres amor, pasión y locura. Quieres vivir.
No obstante, la vida no suele darte eso fácilmente. O no te lo da. O no puedes.

Por eso pienso que como yo, son muchos los que sufren un amor excesivo hacia la vida.

Y eso, no lo cura ninguna pastilla...





(Auto) Invitación







- ¿Te gustaría algo para beber? 

- Por favor.

- ¿Qué te parece una infusión?

- ¿De qué?

- De vida.

- ¡Perfecto!

- ¿Cuánta le pongo?

- Toda, si es posible...